El Valencia agudiza su crisis

El Valencia enseñó ayer la profundidad de la herida que se destapó durante la semana: un total distanciamiento entre el técnico y algunos de sus jugadores que se refleja después en un equipo de aspecto mortecino. El Espanyol se aprovechó muy bien de tantas facilidades como se le dieron, sobre todo a sus dos mejores hombres, Tamudo (excelente) y Arteaga (decisivo), que abrieron una brecha considerable en la banda derecha de la defensa valencianista. El público, cansado de la bazofia que le ofrece cada jornada su equipo, la emprendió con todos, con el Piojo (sustituido en el descanso), con Cañizares, con Angulo y con Cúper. Su equipo es una alma en pena. Mestalla despidió al Valencia con una triste pañolada. Triste, porque hasta este acto de protesta lo practicaba la gente sin entusiasmo. El puesto de Cúper corre serio peligro.En medio de una mediocridad galopante, apareció Tamudo al cuarto de hora y fabricó una pequeña obra de arte: un caño de tacón que dejó con un palmo de narices al mejor marcador del Valencia, el central sueco Björklund. Por ahí llegó el primer gol visitante. El ambiente en Mestalla, que estaba cargadísimo, se convirtió en una bomba de relojería para el grupo de Cúper, en cuyos pies el balón se había transformado en el peor enemigo. El Espanyol, que venía a verlas venir, se encontró con el decorado perfecto: el público encrespado y el rival tiritando. En ese caldo, hasta tres caños le hizo el menudo Tamudo al poderoso Björklund. Curiosamente, cuando el Espanyol se había hecho el ánimo de llevarse el encuentro, justo entonces llegó el empate del Valencia. De contragolpe: no podía ser de otro modo.

El gol, sin embargo, no disipó la confusión valencianista. El enredo empieza en el medio centro, donde Gerard clama al cielo que ésa no es la ubicación idónea para explotar sus magníficas condiciones. Gerard no tiene dotes para distribuir, y el juego va sin ton ni son de aquí para allá, pero casi nunca desde los pies del medio centro. Y después está el Piojo López, claramente alejado de Cúper hasta el punto de convertirse en un jugador que cae miles de veces en fuera de juego. El partido lo acabó de exprimir el Espanyol tras el descanso, otra vez por su lado izquierdo, donde una pared entre Arteaga y Tamudo dejaría sentenciado el choque y quien sabe si a Cúper. El Espanyol quiso vivir de las rentas y de la impotencia del rival, que era gigantesca. Angulo regaló todos los pases que pudo, mientras su equipo se limitaba a enviar balones a la olla que eran cogidos por la elevada defensa del cuadro periquito.