El nuevo Chava 2000
El cerebro pudo con el músculoQue tiemble Vandenbroucke, llega El Chava. El nuevo grito de guerra ya resuena por los pasillos del hotel de Málaga donde el Banesto está concentrado este frío enero. Que nadie sonría."Sí, sí, no bromeamos", asegura serio Eusebio Unzue, el director del equipo, "que tiemble Vandenbroucke, llega El Chava". Sí, sí, la Lieja-Bastoña-Lieja, uno de los monumentos del ciclismo mundial, la clásica más dura de la primavera belga, el escenario donde en 1999 se creó el mito Vandenbroucke, será uno de los objetivos para 2000 de José María Jiménez, El Chava, el voluble y espectacular escalador abulense. "Que sí, que sí", repite Unzue. "Jiménez puede ganar en Lieja. Y lo va a intentar. Será la guinda de su mes de abril que esperamos que sea espectacular. Primero intentará ganar el Critérium Internacional, luego la Vuelta al País Vasco, después Lieja. Entonces descansará hasta junio. Y a preparar el Tour, donde será fundamental para las posibilidades de éxito de Zülle".
José María Jiménez, el corredor de 29 años con cuerpo de rodador (mide 1,80) y alma de escalador, está lesionado, el pulgar izquierdo descoyuntado en una caída. Está aburrido sin saber qué hacer, sin poder salir a entrenarse con sus compañeros, sin siquiera poder someterse a las pruebas para medir su ácido láctico, como a sus compañeros.
Se lamenta. "Qué fastidio", dice, tocando y retocando su dedo pulgar tamaño plátano. "Espero que esto no me retrase mucho, porque esta primavera estoy dispuesto a armarla". Puro estilo chaviano: entre fantasma e ingenuo.
El año pasado también hubo trabajo psicológico especial con El Chava. El desafío, entonces, era conseguir que dejara de ser un contrarrelojista penoso, que pensara que las grandes vueltas duraban más que los cuatro días de montaña y que no le vendría mal un poco más de espíritu de sacrificio. Su paso por el túnel del viento, entendido como experimento científico para medir su coeficiente aerodinámico, acabó convertido en acontecimiento circense. El Chava continuó penoso en las contrarreloj. Tampoco creció su espíritu de sacrificio, como se pudo ver con su paso por el Giro. Y en la Vuelta terminó quinto, cuando en el 98 acabó tercero. En la primera contrarreloj, en Salamanca, perdió seis minutos y medio; en la segunda, que pasaba por su pueblo, El Barraco, lo mismo, seis minutos y medio.
El Chava se rebota. "Es muy fácil decir eso", dice. "Es muy fácil decir que soy irregular y que no ando en las contrarreloj y todo lo que quiera decir la gente, cuando no se sabe toda la verdad. El día de Salamanca salí con 40 de fiebre. Estaba hecho polvo. Pero cuando me recuperé, dos días después, gané en El Angliru. Y lo de El Tiemblo fue peor. A punto estuve de no salir. Me dio un ataque de alergia espectacular. Hacía años que no me ponía tan mal. Me hinché entero media hora antes de salir. Me tuvieron que poner tres urbasones. Pero salí, me sacrifiqué, y no pude pillar podio. Pero el día en que no tenga esa mala suerte, la Vuelta en la que todo me salga bien, que se preparen".
Unzue se sienta al lado de El Chava y se ponen a hablar. Más de una hora hablando arrullados por el ruido del rodillo acelerado por los corredores que se hacen la prueba del láctico. "Todo lo que le he dicho ya lo sabe Chava", dice Unzue. "Hay que darle confianza aunque suene raro decirlo. Tiene que saber que, sin pantani en el horizonte, es el mejor escalador que hay, que no hay nadie que le pueda hacer sombra. Todo su problema es mental: el día que sea capaz de sufrir lo mismo para quedar cuarto o quinto que para quedar primero no habrá quien le pare".
Eso, que tiemble Vandenbroucke.
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