Rusos y chechenos combaten cuerpo a cuerpo en las calles del centro de Grozni
Por una vez, rusos y chechenos coinciden: la batalla de Grozni atraviesa una etapa decisiva, con encarnizados combates que llegan hasta el corazón mismo de la ciudad. El mando de las tropas federales sueña ya con una conquista rápida, en cuestión de días, que vendría de perlas al presidente interino, Vladímir Putin, para dar carpetazo a una fase crucial de la guerra justo antes de que la Unión Europea y el Consejo de Europa estudien la próxima semana la imposición de sanciones a Rusia. Pero los rebeldes están dispuestos a vender cara su derrota.
Ayer mismo, el diario del Ejército, Estrella Roja, publicaba unas declaraciones de Viacheslav Ovchinnikov, jefe de las fuerzas del Ministerio del Interior, en las que éste negaba que se fuese a lanzar un asalto en toda regla. Eso no le parecía prudente porque los rebeldes esperaban el ataque con minas, francotiradores, lanzagranadas, trampas explosivas y químicas y posiciones fortificadas. La ciudad, venía a decir, caería como una fruta madura, sin combates calle por calle ni alto costo en vidas, porque sus defensores no podrían aguantar más sin luz, calefacción, municiones y alimentos, sin posibilidad además de recibir refuerzos del exterior.El cambio de guión, concretado en la ofensiva generalizada que se lanzó el lunes, tiene que ver probablemente con dos hechos. El primero, que la opinión pública rusa comienza a tomar conciencia de que la "operación antiterrorista" no es un paseo militar y recuerda ya, en algunos aspectos, los desastres de la anterior guerra. El segundo, que la comunidad internacional presiona, con renovada intensidad, para que haya un alto el fuego y se busque una solución negociada al conflicto.
Una delegación del Consejo de Europa presidida por el británico David Russell-Johnston se encuentra ya en visita de inspección por el Cáucaso Norte, después de evocar a Putin en Moscú el riesgo de que, la próxima semana, en Estrasburgo, la Asamblea Parlamentaria decida excluir temporalmente a Rusia. Los ministros de Exteriores de la UE discutirán también el día 24, en Bruselas, la imposición de sanciones. Si para entonces Grozni está en manos rusas y mejora la situación de las decenas de miles de civiles atrapados, Moscú mejoraría su posición.
El plazo parece demasiado corto. Hay pocas dudas de que la suerte de Grozni está echada y su ocupación es sólo cuestión de tiempo, aunque eso no supondría el fin de la guerra, sino sólo de su primera fase. Los boevikí (combatientes) han dicho que, si se ven amenazados de exterminio en la capital, optarán por replegarse a su segundo frente, en el sur.
Fuentes de los independentistas reconocían encarnizados combates cuerpo a cuerpo y que tropas de tierra y columnas de blindados avanzaban desde cuatro puntos hacia el centro. Incluso admitían el repliegue de varias posiciones. Cañones, helicópteros y aviones respaldaban la ofensiva. El diluvio de bombas fue ayer, tal vez, el más intenso en cuatro meses de guerra.
Fuentes rusas aseguraban que las milicias aliadas del ex alcalde de Grozni Bislán Gantamírov, que precedían a las tropas regulares, llegaban al centro de Grozni desde dos direcciones, e intentaban ampliar la zona bajo su control, pese a la resistencia feroz de los boievikí.
Los combates eran particularmente intensos en los alrededores de la plaza de Minutka y, supuestamente, los asaltantes habían capturado un puente, una antigua base militar, una fábrica de conservas, el hospital principal y el barrio de Prigorodnoye. En tres o cuatro días, añadían las fuentes militares, la ciudad estará conquistada. Lo mismo se decía a fin de diciembre, cuando incluso se mencionó la Navidad occidental como fecha tope para la victoria. El contrapunto a la crónica bélica la ponía ayer el Comité de Madres de Soldados que, en carta abierta a Putin, denunciaba la utilización por el Ejército de métodos prohibidos por la Convención de Ginebra y aseguraba que miles de jóvenes enviados a la fuerza a combatir son víctimas de una operación "para expulsar o exterminar a la población de Chechenia".
Putin: "La dictadura está descartada"
Hay quien ve un designio autoritario, incluso dictatorial, en el pasado de espía y policía, el talante expeditivo con el que conduce la guerra de Chechenia y la enigmática mirada de Vladímir Putin, pero lo cierto es que el presidente interino no ha hecho o dicho hasta ahora nada que justifique abiertamente ese temor. Ayer, poco después de dirigirse a la nueva Duma (Parlamento), elegida el 19 de diciembre, intentó despejar todas las dudas al declarar: "Quienes hablan de una posible dictadura son los que sueñan con ella. Su sueño es imposible en la nueva Rusia. Este asunto está resuelto".Ayer defendió una política económica "moderadamente liberal" que permita crear un buen clima para los inversores mediante el "fortalecimiento de las instituciones estatales que apoyan los mecanismos de mercado". Una declaración de intenciones que podría suscribir Anatoli Chubáis, el ex vicejefe de Gobierno y responsable de las privatizaciones salvajes de la era de Borís Yeltsin, que suena con insistencia como futuro primer ministro si Putin gana la presidencia el 26 de marzo.
Putin pidió ayer a la Cámara baja del Parlamento que se olvide de la guerra con el Kremlin que marcó los últimos años y dé paso a una política de "cooperación y mutua contención" que permita aprobar leyes claves que afectan, por ejemplo, a la propiedad de la tierra y a los códigos civil, penal y fiscal. La paz es ahora más probable que nunca desde la desaparición de la URSS, gracias a que esta Duma, aunque aún dividida y en periodo de ajuste de ideologías e intereses, puede llegar a reunir una mayoría favorable al poder.
Entre el partido del Kremlin (Unidad, la sorpresa de los comicios), la Unión de Fuerzas de Derechas (UFD) , los ultranacionalistas de Vladímir Zhirinovski y dos nuevos grupos creados por diputados elegidos como independientes (Regiones de Rusia y Diputados del Pueblo) llegarían hasta 227 escaños, de un total de 450. Enfrente, en minoría, estarán los comunistas y sus aliados (con las garras muy limadas) y, si acaso, los liberales de Yábloko y Patria-Toda Rusia (PTR), un movimiento cuya vocación de poder se rompió primero con su fracaso en las urnas y luego por la deserción de muchos líderes regionales que ahora apoyan las aspiraciones presidenciales de Putin.
La larga mano del presidente interino asomaba ayer tras el pacto de Unidad con los comunistas y otros grupos de la Duma. El compromiso hizo posible que el número dos de la lista roja en las legislativas, Guennadi Seleznio, fuese reelegido presidente de la Cámara. Los diputados de PTR, Yábloko y la UFD no participaron en la votación como gesto de protesta por lo que consideraron un procedimiento poco democrático.
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