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FÚTBOL Dieciseisavos de final de la Copa del Rey.

El Atlético soluciona a última hora El equipo de Ranieri elimina al Las Palmas y prosigue su buena racha en casa

ATLÉTICO 1 LAS PALMAS 0Atlético: Toni Jiménez; Pilipauskas (m.70, López), Gustavo, Ayala, Toni Muñoz; Njegus, Santi, Valerón, Paunovic, Solari (m. 83, Hugo Leal); y Correa (m. 65, Roberto).

Las Palmas: Amador; Ramón, Sarasúa, Olías, Paqui; Paquito, Josico (Sequeiros, m.62), Samways, Pablo Lago; Eloy (Tevenet, m.62)y Alex (Socorro, m.72).

Goles: 1-0. M. 88. Roberto, tras una jugada individual.

Árbitro: Daudén Ibañez, del Colegio Aragonés. Amonestó a Ramón, Ayala, Solari, Santi, Olías y Toni Jiménez.

Partido de vuelta de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey. Se clasifica el Atlético por un total de 3-2 (el partido en Las Palmas finalizó 2-2). Unas 5.000 personas en el estadio Vicente Calderón. El palco presidencial del Atlético permaneció vacío por segundo partido consecutivo. No asistieron ni Jesús Gil, ni Miguel Ángel Gil, ni el administrador judicial.

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El Atlético se arrastra triste por la competición, hastiado y raquítico, pero sus trompicones le son suficientes como para disfrazarse, por lo menos, de equipo mediano: gana en casa, pierde fuera y elimina de la Copa del Rey a los equipos de Segunda. Una vida normal; incluso digna. El centrifugado judicial no ha llegado todavía al césped del Calderón: desde la destitución de Jesús Gil el equipo no ha recibido goles en casa y cumple con su trabajo. La amargura que muestra el equipo ha sido casi permanente en toda la temporada; no llegó con García Castellón.

No sufrió en demasía el Atlético en el partido de anoche. Lo manejó, y aplicó el plan que por defecto mejor le sale: el dispositivo policial. Pero pasó ochenta y ocho minutos con la navaja en la yugular, a sólo un gol de quedar eliminado. Uno de sus problemas es que el montaje que propone Ranieri trata a todos los rivales como si fueran la selección brasileña. Consigue maniatar, cuando funciona, a los Rivaldos, Raúles y demás estrellas que toquen, pero permite a rivales inferiores como el Las Palmas creerse que su rival se toma el partido con una cautela sospechosa.

Ranieri dice que no le molesta jugar sin el balón, que hasta lo prefiere. La sensación que recogió el Las Palmas fue que el Atlético es un equipo atormentado y sin confianza en sí mismo -lo que tampoco está tan alejado de la verdad, pero siempre es útil no enseñar todas las cartas-. Tan confundidos están los roles en el Atlético que Ayala, un central, usa la camiseta número diez.

Sin Hasselbaink, el equipo rojiblanco perdió anoche su única válvula de escape a su propio operativo de seguridad. Cuando todos se concentran en obstruir, el bronco holandés se rebela y fabrica esa rareza llamada goles. Sin él, y sin Kiko, Bejbl y Molina, el Atlético no sólo perdió anoche jugadores teóricamente titulares; perdió además su reserva moral, aquellos futbolistas que tiran hacia adelante a los demás cuando las cosas vienen mal dadas.

El Las Palmas, humilde y ordenado, se encontró súbitamente con el balón en los pies, y salvo alguna larga escapada hacia el vacío -la portería rival- de Solari o Njegus, durante largos minutos vio segura su propia meta. El Atlético aguanta, pensó el Las Palmas, pero no araña; y se sintió cómodo. Los canarios burlaban a los agentes del Atlético con bastante facilidad en la mitad del campo, pero al llegar al área preferían no dar el golpe.

El partido languideció, y se fue destiñendo sin remisión desde el minuto uno: el Atlético, incapaz de darse una alegría e ir a por ese golito que le diera la tranquilidad; el Las Palmas, conforme con su triste dominio del campo, y aterido de miedo nada más pisar cerca de Toni.

Ranieri administró el sentimiento atlético, y sacó al campo a Juan Manuel López, lesionado durante más de dos años. También jugó unos minutos Roberto, desahuciado por Ranieri durante toda la temporada, y marcó sobre el final, cuando el Las Palmas ya tenía un pie en el avión, el único gol del partido.

El Atlético vive su actualidad más en los despachos de la Audiencia Nacional, donde continúa el desfile de personalidades, que en el césped del Calderón, donde el equipo hace uso de su piloto automático y policiaco, y espera a que pase la borrasca. Hasta el 31 de marzo -fecha en la que en principio finaliza la intervención judicial- el equipo estará envuelto en la niebla, y hasta entonces deberán intentar, Ranieri y sus jugadores, separar el fútbol de la cartera, los regates de sus finanzas: el presente del futuro.

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