J. M. SUÁREZ JAPÓN GEÓGRAFO "Cádiz ganó sólo esplendor con el derribo de la muralla"
,Con el derribo de las murallas del siglo XVIII que circundaban la ciudad, en 1906, Cádiz pretendía expandirse, inaugurar una nueva era. Tras un largo debate ciudadano, cayó el cinturón de piedra del siglo XVIII que abrochaba buena parte del recinto histórico, pero el resultado de la operación no alumbró un nuevo Cádiz. Juan Manuel Suárez Japón (Coria, 1945), que es catedrático de geografía, decano de Humanidades de la Pablo Olavide de Sevilla y fue consejero de Cultura (1990-94), ha buceado en este acontecimiento en el libro El derribo de las murallas de Cádiz (crónica de una transformación urbana), editado por al Universidad de Cádiz y la Diputación. Con el trabajo se despide de 23 años de docencia en la capital gaditana y dice "pagar una deuda" con la ciudad.P. ¿Qué le hizo dedicar un libro a un hecho tan puntual?
R. He pretendido contar el proceso que precedió al derribo de las murallas. Un derribo que desde la perspectiva actual sería considerado negativo pero que entonces fue una gran fiesta. He querido ver la transformación puramente formal del borde de la Bahía y he añadido una crónica de cómo lo vivió el pueblo de Cádiz.
P. ¿Cómo lo vivieron los gaditanos?
R. El derribo se empieza a pedir en los últimos 20 años del siglo XIX, en los que Cádiz ya está en crisis económica e institucional. Al amparo del regeneracionismo la ciudad quiso encontrar salida a sus dificultades articulando varios proyectos como la Junta de Obras del Puerto, el Tranvía y la concesión de depósitos para activar el comercio. La muralla fue el símbolo donde se proyectaban estas actuaciones. Otras ciudades españolas y europeas habían entrado en la modernidad derribando sus murallas. Cuando cayó la primera piedra que tiró el alcalde Cayetano del Toro, los ciudadanos pensaron que venía un tiempo mejor, que nacía un nuevo Cádiz.
P. Pero no fue mejor.
R. Ésa es una de las características que diferencian este derribo. En las restantes ciudades (Sevilla, Córdoba, Madrid o Barcelona) se propiciaron crecimientos empujados por las burguesías. En Cádiz se vio que la muralla daba al mar. Y ya había un informe del puerto diciendo que no era necesario tirar la muralla. La ciudad ganó en esplendor pero perdió un paseo popular que tenía un gran sabor en el siglo XIX, como el tramo que aún se conserva en San Carlos.
P. El derribo de las murallas priva ahora de una ciudad fortificada. ¿Esta operación sería hoy una barbaridad urbanística?
R. El libro se inicia en una sugestión personal: me pregunto cómo sería hoy la ciudad con las murallas, pero es anacrónico plantearse esa posibilidad con la mentalidad de hoy. Se ganaron algunos paseos, pero era evidente que el derribo no resolvía los problemas de Cádiz.
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