El escalador aplicado
Juanma Gárate posee la rabia y la determinación de los que apuntan alto. De hecho, son atributos que van con él desde siempre, por eso se le recuerda todavía adolescente entrenándose machaconamente en la carretera que pasa junto al Golf de Hondarribia. Las manos en la parte baja del manillar, solo, y rápido, siempre rápido, haciéndose daño como si no pudiera perder tiempo y pasearse con el cuerpo erguido, relajado. Hay obsesiones que acaban pagando. Gárate creyó que el equipo ONCE le haría un hueco (su equipo, Iberdrola, mantenía con los de Sáiz un acuerdo de cooperación) que no llegó a abrirse, y muchos de los equipos españoles restantes pensaron que no tenían por qué quedarse con algo que el ONCE desechara. Sus triunfos en vueltas, contrarrelojs o pruebas de un día dejaron de contar: tenían a un corredor capaz de marcar diferencias subiendo y hábil contra el cronómetro, un caso atípico. Las denuncias de nepotismo en el proceso de selección de nuevos profesionales en España deriva en paradojas como las que ahora viven Chaurreau y Odriozola: el primero corre con el Euskaltel-Euskadi y el segundo con Banesto.
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