_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Santi CARMELO ENCINAS

Setenta y cinco años cumplió en el 99 Radio Barcelona, la primera que emitió en España, y 75 cumplirá en el 2000 Radio Madrid, la legendaria emisora de Gran Vía, 32. La celebración de estos aniversarios conduce inexorablemente a recordar aquellas figuras cuyas voces hicieron historia y las que hoy llevan camino de incorporarse a ella con su labor de cada día.Oportunidades hubo y seguirá habiendo en los próximos meses de celebrar el trabajo de quienes marcaron la senda que condujo a este medio a tan elevado nivel de implantación en la vida y en el corazón de los madrileños.

Quienes hacemos radio y la vivimos desde dentro no podemos olvidar que la atención, fidelidad y calor de los oyentes es lo que en realidad nos permite el privilegio de gozar de un oficio que la mayoría de nosotros no cambiaría por nada del mundo.

Ellos por tanto son acreedores del mayor de los homenajes, aunque resulta difícil personalizarlo porque no existe ningún representante de los oyentes, sólo ciertas personas que tienen vínculos muy especiales con el medio.

Es entonces cuando me viene a la memoria el personaje de Santi. A Santi, en la radio de Gran Vía, le conocemos todos. Sus 29 años no han terminado de encender en su cabeza las luces que corresponden a la fecha de nacimiento impresa en el carnet de identidad.

Este crío grandote es el menor de ocho hermanos de una familia de inmigrantes extremeños que se instaló en Móstoles en los años del desarrollo. Cuenta que le largaron del Colegio Público Andrés Torrejón antes de cumplir los 16 años porque los estudios no le entraban y quizá también para evitar la adolescente crueldad de los compañeros que se metían con él. Con su padre no mantuvo nunca una relación precisamente ejemplar, las chicas tampoco eran su fuerte y, de amigos, siempre anduvo algo escaso.

La gran amiga de Santi es la radio. A ella se enganchó ávido de comunicación por los programas deportivos y poco a poco fue extendiendo su adicción a la práctica totalidad de los espacios radiofónicos. La enciende por la mañana a primera hora y la apaga de madrugada antes de coger el sueño. Con el auricular metido en la oreja camina por la calle y con él sigue en la frutería del mercado de Móstoles donde trabaja.

Su pasión por el medio llegó a ser tan intensa que quiso traspasar el ámbito de las ondas hercianas. Santi va a la radio, se cuela en la Redacción para saludar a todos uno por uno y sobre todo nos llama, nos llama cada dos por tres para decirnos lo mucho que nos admira y lo que nos quiere.

Ni que decir tiene que no siempre resultan oportunas sus llamadas cuando el ritmo de trabajo es frenético, pero la gente aguanta porque nadie quiere decepcionarle. Santi presume de tener amigos en la radio y algunos vecinos y conocidos le hacían burla por sus fantasías. Un día, Paco González, director del Carrusel Deportivo, y Carlos Bustillo, el coordinador del programa El larguero, decidieron presentarse de improviso en la frutería donde trabaja. Había que ver el resplandor en la cara de Santi cuando aparecieron por allí. No hay dinero que pague la satisfacción que le produjo pasearse por todos los puestos del mercado exhibiendo a sus amigos, estrellas de la radio. Puede que la naturaleza no haya sido generosa con Santi y puede también que su desmesura en la veneración sea un síntoma obvio de tal cicatería, pero no hace daño a nadie. En cambio, a su forma, sí consigue transmitirnos su cariño y su ternura. Un afecto forjado en la necesidad perentoria de comunicación que tantas veces le habrán negado.

Una de las primeras cosas que te enseñan cuando empiezas a trabajar en esta profesión es que todos son necesarios pero nadie imprescindible. Santi, en su desvarío, nos hace sentirnos imprescindibles. Lo somos al menos para él, porque si un día la radio enmudeciera perdería una de las pocas fuentes de felicidad en que la vida le ha consentido beber. Sabemos por experiencia que su caso no es el único. Sólo por ellos ya merece la pena ponerse cada día delante de un micrófono. Sólo por ellos ya merece la pena que exista la radio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_