Figo lleva la fiesta al Camp Nou
El delantero portugués, actuando por la izquierda, rompió la floja resistencia de la Real
El Camp Nou disfrutó de la fiesta en una jornada en la que no cesaron de llegarle buenas noticias y en un partido en el que la Real Sociedad actuó como un auténtico invitado de piedra. La parroquia se encontró a la entrada con la firma del armisticio entre Rivaldo y Van Gaal, se frotó las manos con las noticias de los goles del Racing en Riazor y se alivió con la decisión de Figo a la hora de echarse el equipo a la espalda. Todo pintiparado en un día en el que no hubo que pensar en el Real Madrid y en el que la rentabilidad azulgrana fue tremenda. No pudo obtener el Barça mejor resultado de un juego tan tibio como el que exhibió ayer.El Barça, con Rivaldo en la grada, Guardiola, Frank De Boer y Sergi en el banquillo y Luis Enrique en la enfermería, partió con un equipo extraño y se pasó 25 minutos haciendo ver la botella medio vacía. El equipo azulgrana anda con el paso inseguro y Van Gaal se dedica a darle cuerda de una forma cada vez diferente. Así, jugadores que no contaban para nada hasta hace unas semanas son los que acompañan a los omnipresentes Figo, Kluivert y Cocu. Retoca y retoca Van Gaal, pero no consigue que su equipo adquiera un perfil reconocible, una personalidad determinada y menos aún que acabe de convencer. Gusta a ratos, incluso es capaz de golear como ayer, pero sin más. Xavi quedó tan tapado como se le reprochaba a Guardiola y, sin el peso específico del medio centro, el juego azulgrana pierde revoluciones y queda lastrado de salida.
La ausencia de Luis Enrique fue cubierta por Litmanen, mientras que Figo tuvo que irse a la punta izquierda, de la que tan harto está Rivaldo, para permitir que Simao se ubicase en la derecha. Ante una Real siempre a la expectativa que centró toda su atención sobre Xavi -el ruso debutante Khokhlov se emparejó con él- y que impuso un doble marcaje sobre Figo y Kluivert, el Barça tuvo en su poder el balón, pero no hizo con ello sino quedar en evidencia. No encontró manera de administrarlo y marcar cierta ascendencia. Kluivert se convirtió en el mejor punto de referencia azulgrana. El holandés basculó, se fajó con Loren y Pikabea, que tuvieron dificultades para mantener sus posiciones defensivas, puso en apuros también a Alberto con un par de remates iniciales y acabó dando un par de asistencias magistrales. En el primer servicio, Simao envió el balón al palo y en el segundo Litmanen se quedó con una autopista por delante que le permitió rematar a la red.
El Barça se acomodó en el marcador en apenas 10 minutos. Pero el primer gol estuvo precedido precisamente de los primeros silbidos de impaciencia del público, que, noticias de despachos o de otros campos al margen, no tenía hasta entonces nada que celebrar y menos aún que disfrutar. Fue aquél el primero y prácticamente único serio aviso de la Real en un centro de Rekarte desde la derecha que De Paula, llegando solo y por el centro, empalmó excesivamente cruzado. Pero la Real no presionó nunca con decisión a la defensa del Barça que, cuando Xavi no pudo recibir, no tuvo mayores problemas para suministrar balones a sus compañeros de vanguardia. Figo tiene bastante con ello. Con tal le lleguen un par de balones es capaz de arreglar el partido. Así lo hizo ayer. Así enterró las ambiciones, más teóricas que prácticas, de la Real. Clemente había sustituido en el descanso a Guerrero y De Paula para dar entrada a Idiakez y Bonilla, pero los cambios no revitalizaron el juego acomplejado y sin señales de vida en ataque del equipo de San Sebastián.
El Barça se recreó y Van Gaal tuvo tiempo incluso para dar minutos de juego a Dani, Gabri y Guardiola -su entrada provocó que Xavi se desplazara a la posición de carrilero- y hasta para desperdiciar un penalti. La goleada fue incontestable, pero flotó en el ambiente la sensación de que el Barça, asediado por muchas dudas y echando de menos a muchos de sus buques insignia, aún está lejos de su velocidad de crucero.
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