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Tribuna
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Aterriza como puedas

Superada la confusión de países, idiomas, fechas, aeropuertos, pasaportes y cambios de hora, los chicos de la Liga se tientan los riñones, saludan a la prensa, se bautizan con agua mineral y hacen su aterrizaje forzoso en los vestuarios. Mientras les ven llegar, delegados, preparadores y utileros hacen el obligatorio recuento de botas, nombres y kilos; descubren que aquí faltan La Cobra Illie, la prima de Navidad y los brasileños de costumbre, y acto seguido comentan los periódicos, dan las novedades y comunican a la concurrencia que a las diez en punto debe presentarse al entrenador en perfecto estado de revista.De vuelta a casa, nuestros ídolos tendrán que repasar cuidadosamente su papel. Además de rehacer el dibujo, ese monigote de papel que habrán de respetar como si fuera la Biblia en pasta, cada cual recitará de memoria el discurso completo; no sólo las cuatro reglas que el mister largó en sus cuatro primeras charlas, sino sus irrenunciables manías sobre la ocupación de espacios, los apoyos en la presión, el repliegue estratégico y, cómo no, sobre la necesidad de reforzar la puerta trasera.

En un primer momento, los artistas del campeonato intentarán salvarse de la opresión escapando por la chimenea. No les valdrá de nada; como la mayoría de sus colegas, Javo Irureta se malicia que los chicos más listos son unos desordenados incorregibles, así que hará un esforzado intento de apretar las clavijas a Djalminha sin olvidar que ningún genio que se precie puede seguir un guión más allá de diez minutos. Aunque conoce muy bien el carácter de las figuras, Víctor Fernández también aleccionará a las suyas; les explicará que el más brillante de los sistemas defensivos posibles consiste en conservar la pelota, y añadirá, elemental, querido Karpin, que si el enemigo no logra recuperarla, difícilmente podrá hacer daño con ella. Para casos de extrema urgencia volverá a leerles el manual de primeros auxilios; sin perder de vista a Mostovoi ni a Revivo insistirá en la necesidad de compartir las tareas de limpieza y, en resumen, tratará de devolver al Celta el más apreciado de sus valores: su impecable simetría. Chechu Rojo, Juande Ramos y demás cofradía tendrán que reescribir sus propios argumentos : Luis Cembranos por aquí, Santi Aragón por allá, Canabal cerca del área, Milosevic cara a la portería, y así, sucesivamente. ¿Y Van Gaal ? Van Gaal querrá poner firme a Rivaldo y reabrirá uno de los más antiguos debates del fútbol: ¿hay que subordinar el jugador al sistema o el sistema al jugador?

Con él vuelven las dos acusaciones más escuchadas en la trastienda de los equipos modernos: el entrenador dice que el futbolista es un ser egocéntrico sólo preocupado por sus propios intereses; el futbolista responde que el entrenador está prisionero de su propia receta. Con el Balón de Oro bajo el brazo, Rivaldo piensa que él ya se ha ganado las credenciales para exhibir su repertorio y maniobrar por el campo con absoluta libertad; con la libreta bajo el brazo, Van Gaal replica que Libertad, para qué, y defiende la necesidad de dos extremos serviciales que ensanchen los hombros del equipo. La prioridad de Van Gaal es mantener el formato y garantizar que cada pieza ocupe el lugar preciso; la prioridad de Rivaldo es apropiarse de la pelota y jugar por jugar.

No es fácil decidir dónde está la razón, pero al menos tenemos dos certezas. Sabemos, por ejemplo, que convertir un balón de cuero en un Balón de Oro es cuestión de alquimia, no de musculatura.

En cambio, la libreta de Van Gaal representa sólo un discreto ejercicio de generosidad y aritmética. Y, como sabe todo aprendiz de contable, puede conseguirse por cuarenta duros en cualquier papelería.

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