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MUERTE DE UN COMENTARISTA DE CICLISMO

Testigo de cualquier suceso

Luis Gómez

Celebró el año 2000 y se fue. No podía perdérselo aunque, según confesaba estas últimas fechas, tuviera que empezar a cuidarse. Había decidido hace un par de meses formalizar algunos aspectos de su vida: contrajo matrimonio con Maite, su compañera hace más de 20 años, y se fue de luna de miel a Perú. Estaba disfrutando de unas largas vacaciones, vacaciones que esta vez no pensaba perdonar. Durante el pasado Giro de Italia, la salud le dio un buen susto, un aviso como quien dice, pero no se resignó a interrumpir la temporada ciclista. Así era Pedro González, un profesional a quien siempre le gustaba estar en el meollo.Tenía Pedro ese aspecto de periodista de vieja escuela. Su bigote poblado, su peculiar tono de voz, no muy del agrado de los puristas, significaban que no era el típico comentarista que actualmente es seleccionado para salir en pantalla. Ciertamente, no lo era. La televisión le había dado popularidad, pero sus orígenes profesionales proceden del trabajo en la primera línea informativa, donde lo que vale es la noticia tal cual, sin adornos. Pedro González era ya un veterano en la información deportiva. Tenía un currículo labrado a base de cientos de miles de kilómetros de carretera siguiendo los acontecimientos, de prisas por establecer inmediata conexión, de pocas horas de sueño, de copas hasta el amanecer, de vacíar varias cajetillas de tabaco al día, de vivir sin horario definido.

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A Pedro muchos le conocimos con esos nervios por alcanzar un teléfono para entrar en los boletines de Radio Nacional. Llegar a tiempo para la conexión estaba por encima de cualquier cosa, ya fuera arriesgar la vida en cada curva o asaltar el teléfono de cualquier establecimiento público. Pensamos que, ya en TVE y en funciones de narrador, podría llevar una vida más sedentaria. Pero no fue así: algo dentro de la sangre le impedía no ser testigo de cualquier suceso, no estar al tanto de todo, no fumar, no trasnochar, como si tuviera que estar permanentemente listo para entrar en cualquier boletín.

Pedro se fue de madrugada, después de una de tantas noches, después de unas copas en buena compañía y unos cuantos pitillos sin filtro. Como no podía ser de otra manera, no quiso perderse el cambio de año. Nos costará creer que se haya ido de vacaciones por tanto tiempo.

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