_
_
_
_

LA CASA POR LA VENTANA Autores del siglo JULIO A. MÁÑEZ

Como ha terminado el año -todavía quedan unas pocas horas para ese bobo acontecimiento cuando escribo esta estrafalaria ocurrencia-, casi todo el mundo es consultado en casi todos los países de este mundo para confeccionar la lista de las diez mejores cosas más o menos artísticas del siglo que se apresuran a dar por concluido.De los libros escritos en castellano, según la lista ofrecida por el suplemento literario de este periódico y en opinión de sus colaboradores, llama la atención la permanencia de Juan Benet, de quien muchos mencionan Volverás a Región (y vaya si volvió el autor) y algunos Una meditación o Saúl ante Samuel, sin duda la novela más ambiciosa de la narrativa española contemporánea (como dijo Manolo Vicent, "ese tipo escalaba a pico la cara norte de sí mismo dejándonos a todos atrás"). Pero también se recuerda a Valle-Inclán, de quien se nombran Luces de Bohemia y Comedias bárbaras, además de Tirano Banderas, la novela deslumbrante que inauguró las sagas narrativas dedicada a los tiranos. Como es lógico, aparecen García Márquez y Juan Rulfo, el segundo por la inexcusable Pedro Páramo y el colombiano por Cien años de soledad, aunque me parece a mí que su obra más perfecta, lejos de las alegrías de sonajero del cuento de hadas tropical, es El amor en los tiempos del cólera, donde se decide a homenajear a su maestro Faulkner claramente y sin tapujos. El límpido y no siempre cursi Juan Ramón Jiménez, Lorca y Borges figuran también en esta lista de aprobados, pero más raro -indicador sin duda de nuestra endémica carencia de ensayistas especulativos de altura- es la presencia, todavía, de autores como Ortega y Gasset o, peor aún, el rústico Unamuno de Del sentimiento trágico de la vida. Se ve que lo español en sentido estricto, esto es, el casticismo costumbrista incluso en el ensayo, todavía tira mucho en nuestra cultura. Como finalmente hay justicia en este mundo, Vargas Llosa apenas si es mencionado (aunque me parece a mí que La casa verde es una gran novela), sobrepasado por Lezama Lima y su inabarcable Paradiso (me gusta más Opiano Licario) y, lo que son las cosas, nadie se acuerda para nada del pobre Cortázar y su trabajosa Rayuela. Qué le vamos a hacer o ya era hora, como prefieran, porque a mí es que me da lo mismo.

En París también han hecho algo parecido, como es natural, comandados por Le Monde, y el resultado es todo excepto esperanzador. Que a estas alturas figure en primer lugar de la memoria de los lectores un libro como El extranjero, de Albert Camus (del que Sartre, su adversario ecológico, decía que su trampa era colocar un vidrio entre la mirada y la realidad a fin de negarse a comprender nada: se ve el movimiento de los labios, pero no se oye lo que dicen), incluso por delante de Marcel Proust, es algo bastante curioso, sobre todo si también figuran en los primeros lugares obras de ocasión como Las uvas de la ira, de John Steinbeck, o ¿Por quién doblan las campanas?, del animoso Hemingway, mientras el Godot de Samuel Beckett alcanza un honroso decimosegundo puesto, cuando el maltrecho Sartre debe conformarse con figurar hacia la mitad de la tabla por sus reflexiones sobre El ser y la Nada, precedido por cierto de su compañera Simone de Beauvoir y su obra inaugural El segundo sexo (el título es aportación de Sartre, según cuenta la autora en sus memorias). Se ve que en el París de la Francia los latinoamericanos lo tienen crudo: García Márquez aparece en el puesto 33 de la memoria de los lectores franceses, mientras que Borges y sus bonitas Ficciones queda relegado al puesto 78, un poco por delante de Lorca y -como es lógico entre franceses- su Romancero Gitano.

Y en el cine, pues nada, también la lista de las diez mejores películas de una historia más reciente. Ciudadano Kane, por supuesto, a recordar -y a enseñar en los cursillos de guión- por su deslumbrante utilización de los flash-backs, dos impresionantes muestras del talento de Billy Wilder, El apartamento, una crítica apasionada del miserable mundo de los directivos, y Perdición, maravilla germinal, casi un Macbeth del cine negro donde por primera vez los protagonistas no pertenecen al mundo del hampa. Como es lógico, también aparece, en fin, la primera parte de El Padrino, de Coppola, aunque para muchos es de más mérito la tercera entrega. De creadores valencianos nada de nada en ningún sitio, quizás porque los afanes trasatlánticos de nuestras autoridades no son todavía lo bastante conocidos y hay que esperar a que la avanzadilla plástica reconquiste América del sur para Zaplana.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_