El Madrid cae con la cabeza alta
El Panathinaikos, liderado por Bodiroga, conquista el Torneo de Navidad
Que la palabra amistoso no existe en el vocabulario de tipos como Obradovic o Bodiroga ya se sabía. Pero, tras lo visto ayer, habrá que deducir que tampoco tiene cabida en el diccionario particular de Herreros y Angulo, por poner un par de ejemplos. No sabe el Panathinaikos, al que los números señalan como el mejor conjunto de Europa, de fiestas y compadreos. Pero tampoco el Madrid, por mucho que no viva su mejor momento. Que respire tranquilo el conjunto blanco si repite partidos como el de ayer. Porque el asunto promete. Perdió el partido, cierto, pero la imagen que dio fue fabulosa. Estuvo por detrás del gigante griego durante muchos minutos y consiguió llegar al final vivo, amenazante, convertido en un coloso.Nunca cosechó el Madrid una derrota menos dolorosa. Cierto que en la última jugada los árbitros no vieron el manotazo que le dio Bodiroga a Herreros, que se hubiera convertido en una falta personal quizá decisiva. Pero no importa. El Madrid tuvo al Panathinaikos contra las cuerdas y se dio un baño de autoestima.
REAL MADRID 77 - PANATHINAIKOS 78
Real Madrid: Galilea (0), Alberto Angulo (16), Lucio Angulo (2), Struelens (11), Brent Scott (12); Herreros (20), Mijailov (2), Eslava (2), Iker Iturbe (6) y Núñez (6).Panathinaikos: Katash (10), Fotsis (14), Bodiroga (22), Rogers (10), Burke (13); Gentile (0), Kalaitzis (0) y Alvertis (9). Árbitros: Brazauskas (Lituania) y Jungerbrand (Finlandia). Unos 5.000 espectadores en el Pabellón Raimundo Saporta. El Panathinaikos se proclamó campeón del Torneo de Navidad y Bodiroga fue nombrado mejor jugador. En la primera jornada el Madrid derrotó al Partizán (67-65) y el Panathinaikos al Zadar (65-60).
Siempre anduvo el conjunto de Obradovic por delante, alcanzando ventajas de hasta 17 puntos (36-53). Pero el Madrid sacó el orgullo y cambió el curso de los acontecimientos. Por lo visto en la primera mitad, parecía que a Scariolo le venía a dar lo mismo ganar o no el torneo, pues dio oportunidades a todos. Pero sí le importaba. En la segunda parte el Madrid fue creciendo hasta límites insospechados, bajo el mando de un Galilea espléndido y un Núñez sorprendente, y sólo Bodiroga pudo mantener en pie a un Panathinaikos al que a punto estuvo de derribar el Madrid, un equipo maltrecho y golpeado, pero que cuenta con dos avales impagables: su amor propio y Alberto Herreros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.