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Jóvenes y sobradamente gafados

Ser empresario no es sencillo, pero ser el presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios Valencianos (JEV) es casi una proeza. Dos de los últimos presidentes de este colectivo, modesto pero activo -tiene unos 300 miembros y ha llegado a atender hasta ocho consultas diarias sobre la creación de compañías- han abandonado el cargo acuciados por los problemas. Sin establecer ningún tipo de paralelismo entre ambos, las trayectorias profesionales de Enrique Tatay y Ricardo Beleret sufrieron un inesperado -y desafortunado- viraje en coincidencia con su paso por JEV. Del primero está casi todo dicho. Detenido y procesado (fue finalmente absuelto) por traficar con cocaína, sus cuitas con la Justicia provocaron su salida de la presidencia de la entidad y el derrumbe de su pequeño imperio empresarial, el Grupo de Empresas Álvarez (GEA). Del segundo se ha escrito mucho menos. Reemplazado al frente de la asociación por Gilberto Chinchilla, miembro de varias empresas consultoras, la historia de Manrique responde a la del self made man clásico en la cultura estadounidense. Aragonés, siendo un adolescente llegó a Valencia, donde desde muy joven gestionó el colegio mayor regentado por sus familiares y después, también propiedad de parientes, un hotel. Al rehabilitar la fachada de este establecimiento, decidió apostar por el mundo de la restauración de inmuebles: en verano de 1992 creó Tecnología Integral de la Rehabilitación, una iniciativa dedicada, tal como reza el registro mercantil, "a la construcción y reforma de toda clase de edificios".

Esta empresa fue después el núcleo de Ibecorp, un pequeño conglomerado de empresas -junto con Inspección Técnica Periódica de Edificios Valenciana o Integral de Instalaciones, Acondicionamiento y Mantenimiento- que llegó a tener más de 25 empleados y un protagonismo destacado en la rehabilitación de edificios en el casco histórico de Valencia.De manera tan legal como inteligente, Ibecorp creció y coadyuvó a la regeneración de Ciutat Vella ahorrando a los interesados la burocracia necesaria para reformar fincas, rehabilitar viviendas o simplemente adecentar fachadas.

Poco después de su época de mayor vigor, Ibecorp entró en crisis, justo cuando Beleret estaba en la presidencia de JEV. Con el ánimo de no perjudicar a la institución y, presumiblemente, volcarse en su negocio, presentó su dimisión. Pero la empresa, según todos los indicios, no ha remontado el vuelo.Doce propietarios de una finca del barrio de El Carme han denunciado públicamente que Beleret, con varias letras a su favor en su poder, abandonó una obra sin dar señales de vida y sin empezar. Alguno de los afectados ya ha visto ejecutada, sin que el trabajo haya sido hecho, su letra, de 700.000 pesetas.

Mientras, de Beleret nada se sabe. En Ibecorp ni abren la puerta ni contestan el teléfono -la empresa no ha satisfecho la derrama que todos los vecinos de la finca asumieron para financiar la instalación de un ascensor- y él parece desaparecido. Su número no aparece en las guías de Telefónica o en las de las operadoras de telefonía móvil, en JEV no saben nada de él y tampoco conocen su paradero en la Asociación Valenciana de Empresas de Edificación y Albañilería, de la que Ibecorp se dio de baja hace doce meses.

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