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El Betis se concede un respiro

El gol de Finidi zanja la racha de un Mallorca apático y sin ambición

Otra vez fue Finidi quien solucionó la papeleta al Betis. El nigeriano se adjudicó ayer con su gol ser nombrado como el mejor jugador casero del conjunto de Carlos Griguol. Seis goles lleva Finidi esta temporada, todos en el Benito Villamarín y los seis han sido decisivos. Su actuación como visitante es ya otro cantar, aunque no difiere mucho de la imagen general que ofrece el Betis lejos de su campo.

Pero ayer, de nuevo, la intuición innata de Finidi, esa que le hace estar en el sitio justo en el momento adecuado, concedió al Betis algo de sosiego después de tres derrotas consecutivas, dos en Liga y otra en Copa, desastres que han sumido al equipo verdiblanco en una crisis de identidad que amenaza con hacerse crónica. Al menos eso se dejó entrever ayer ante un Mallorca inoperante, sin ambición alguna, que no creó peligro y que desde el inicio dio por bueno el reparto de puntos.

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Y es que, si no es por Alfonso, ese hubiera sido el resultado. Su inconformismo y sus ansias de ser el mejor de cuantos haya en el césped acabaron contagiándose a sus esforzados pero, a la vez, temerosos compañeros. Así consiguió arrastrar al cada vez más acomodado Finidi en su empresa de sacar adelante el partido, con la desinteresada ayuda de Romero, un jugador de club al que no le duele sacrificar su gloria personal por el bien colectivo. Esto en la segunda parte, porque los primeros y soporíferos 45 minutos fueron un atentado contra el buen gusto ya que ambos equipos cayeron presa de sus temores particulares. El Mallorca, rácano y tosco, pensó en prolongar su racha de siete partidos invicto en Liga y se dedicó exclusivamente a la contención de las embestidas del rival, tarea en la que la veteranía de Engonga y Soler fue decisiva.

Mientras, el Betis, claro dominador del partido, era incapaz de consumar con efectividad las pocas ocasiones claras que tuvo. Por el Mallorca, nada de nada a excepción de un lejano balonazo de Biagini. Diego Tristán pasó inadvertido en su regreso a la casa que le vio nacer como profesional y de la que salió escaldado para acabar triunfando en el club insular. El ímpetu final mostrado por ambos equipos fue una engañifa para los aficionados, que una jornada más recibieron una dosis de todo menos de fútbol.

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