Los Lakers están como toros
Jackson consigue la unión de las estrellas de su equipo, el mejor de la NBA
La química funciona en los Lakers de Los Ángeles, que se han situado a la cabeza de la NBA con 21 victorias y cinco derrotas. Por tradición y por la categoría de sus jugadores, siempre se supone a los Lakers como uno de los aspirantes al título. Pero desde el formidable ciclo en la década de los 80 -cinco campeonatos-, su trayectoria ha estado por debajo del prestigio del equipo. Los roces personales, la ausencia de liderazgo y el estilo de vida -más propio de estrellas de cine que de jugadores profesionales- han sido determinantes en el bajo rendimiento. Esta temporada han cambiado las cosas. La contratación de Phil Jackson, el técnico que dirigió a los Bulls a sus seis títulos en esta década, ha tenido efectos inmediatos. Por su carisma y por sus sistemas, Jackson ha resultado decisivo para rebajar los egos, motivar a las estrellas del equipo y poner orden en una casa siempre ruidosa.Después de un año sabático, dictado por la retirada de Michael Jordan y por las pésimas perspectivas que se adivinaban en los Bulls, Phil Jackson escogió a los Lakers como destino. Su contratación generó un enorme interés en los corrillos de la NBA. Toda su carrera como entrenador había discurrido en los Bulls, y eso significaba beneficiarse del más destacado jugador de la historia: Michael Jordan. Aunque también se podía analizar su trabajo desde otra perspectiva. Sin Phil Jackson en el banquillo, Michael Jordan nunca consiguió el título de campeón.
Jackson, un hombre de ideas liberales en lo político y de creencias muy firmes en la manera de dirigir a sus equipos, ha obtenido un éxito inmediato en Los Ángeles. Por las exigencias que demandan los Lakers, se le medirá al final de temporada. Pero su huella se ha dejado sentir. En la pista, su equipo practica con soltura el tipo de juego que definió a los Bulls: fluido, sin egoísmos, tenaz en la defensa, eficaz en el ataque. Para conseguirlo, Jackson se ha instalado en los Lakers con la mayoría de sus viejos ayudantes, con el septuagenario Tex Winter a la cabeza. Tex Winter aprendió en su juventud los secretos del denominado "ataque del triángulo", el sistema que utilizaba a universidad de Southern California en los años 40. Este sistema, que requiere de la formación de triángulos alrededor del hombre que dispone de la pelota, requiere de inteligencia, continuo movimiento sin balón y buenos pasadores. Funcionó en los Bulls y funciona en los Lakers. Al menos, por ahora.
De forma instantánea, todas las estrellas de los Lakers han aceptado su trabajo en el sistema, con resultados espléndidos. Shaquille O"Neal, destinado desde su llegada a la NBA a convertirse en un pivote dominante, se ha dejado de tonterías. Segundo máximo anotador de la Liga (26,7 puntos de promedio), segundo en el capítulo reboteador (14,2) y tercero en los tapones (3,2), O´Neal anota el 60% de sus tiros y comienza a ofrecer un abanico total en su juego: defiende con intensidad, acude a las ayudas y ejerce como gran pasador.
En la feria de vanidades de los Lakers, había interés por observar la relación entre O"Neal y Kobe Bryant, dos megaestrellas con problemas de celos. Por lo que parece, Jackson ha conseguido mitigar la lucha de egos fuera y dentro de las canchas. Bryant se ha recuperado de un rotura de muñeca que le dejó fuera de combate durante los dos primeros meses de campeonato. En los últimos partidos se aportación ha sido espectacular: 22,1 puntos, 5,2 rebotes y 4,3 asistencias. En la reciente victoria sobre los Pacers dio 12 asistencias, según el modelo de Jackson en los Bulls, equipo que jugaba sin un base puro y se aprovechaba de la facilidad como pasadores de Pippen y Jordan. Porque para el trabajo duro, ahí están Ron Harper, viejo discípulo de Phil Jackson, y A.C. Green, el incombustible alero que disfrutó de los mejores días de Magic Johnson y James Worthy en los fenomenales Lakers de la década anterior.
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