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Doktor Faustus

Es muy revelador que el mismo día y a la misma hora en que Arzalluz le confesaba a Gabilondo que era (¿se había convertido en?) independentista, uno de sus dos delfines, Anasagasti, estuviera diciendo en otra emisora que consideraba absurdo reivindicar una Euskadi independiente en una Europa unida en la que los Estados se están diluyendo. Representaban en ese momento las dos almas clásicas del PNV.Pero lo que decía Anasagasti lo ha defendido muchas veces Arzalluz: que la soberanía vasca no es planteable hoy fuera del marco de la Europa unida; la consolidación de ese marco irá debilitando poco a poco la importancia de los Estados, cuyos poderes serán transferidos a instancias supranacionales. Ello creará una situación favorable para las naciones sin Estado, las cuales se integrarían, mediante cesión voluntaria de soberanía, en esa entidad superior.

Esa situación sería ventajosa para Euskadi porque -según la idea que Arzalluz expuso en 1985 en una conferencia sobre Perspectivas de futuro del nacionalismo vasco- "las grandes formaciones, cuando son democráticas, defienden mejor a los pequeños (...) que tienen más posibilidades de salir adelante y de mantener sus aspiraciones". Entre esas aspiraciones "lo básico no es la independencia, aunque ni nosotros ni yo renunciamos a ella". Por la misma época expresaba, en una entrevista, sus dudas sobre si seguía teniendo sentido la creación de un Estado propio para disolverlo a continuación en una entidad supranacional; especialmente por "el desbarajuste" que provocaría en una economía tan abierta como la vasca".

Sin embargo, no descartaba que en el futuro la independencia fuera posible: "Los checos no hubieran soñado con ser independientes el año 1913. Vino un cataclismo mundial y sin disparar un tiro pudieron formar un Estado independiente junto con los eslovacos". Seguramente Arzalluz considera que la caída del muro, y la relativización de las fronteras que le siguió, ha sido el equivalente a lo que supuso para esas nacionalidades sin Estado la Primera Guerra Mundial. En 1980 había en el mundo, según la clasificación establecida por Robert Dahl (La democracia. Una guía para los ciudadanos. Taurus. 1999), 121 países independientes -de los que eran democráticos 37-; en 1998 eran ya 193 -65 democráticos-. Con la particularidad de que, por primera vez en muchos años, bastantes de los nuevos países son europeos: los resultantes de la descomposición de Yugoslavia y de la URSS, especialmente.

Pero la caída del muro se produjo hace 10 años y el giro de Arzalluz sólo se ha hecho visible ahora. Es decir, en relación a la tregua de ETA, expresamente justificada por quienes la decidieron por el giro del PNV (y EA) hacia el independentismo. Las dificultades que Arzalluz veía en 1985 para ir por la vía independentista no han desaparecido. Por ejemplo, para la hipotética integración en la UE se requeriría la unanimidad de los Estados miembros. Las posibilidades de que una Euskal Herria independizada de Francia y España no fuera vetada por esos dos países son aproximadamente nulas.

La insistencia de ETA en el concepto etnicista de Euskal Herria refleja la paulatina transformación del nacionalismo de ETA/HB en irredentismo, señal clásica de todos los fascismos. A su vez, la propuesta de liquidación de la autonomía y de apertura de un proceso constituyente en ese marco étnico supone la extensión a toda la población de esos territorios del chantaje inicialmente dirigido al nacionalismo democrático. Se trata de una propuesta orientada a la exclusión de la mitad no nacionalista de la población, y que ya desde ahora implica la orden (recogida en todos los comunicados de ETA) de ruptura de cualquier alianza del PNV y EA con las fuerzas españolas. Al acatar en los hechos esa imposición el nacionalismo ha vendido al diablo una de sus dos almas, la democrática e integradora, quedándose únicamente con la más sectaria. Alguien ha renunciado a la experiencia y la sabiduría a cambio de la promesa de ser admitido en la fratría juvenil.

El otro delfín ya ha advertido de que si ETA vuelve a las armas tendrán que producirse relevos en la dirección del PNV: quienes vendieron su alma, deberían irse. A no ser que, como en el drama romántico, alguna intercesión evite a última hora el triunfo absoluto de Mefistófeles.

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