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Relevo de princesas

A. R. ALMODÓVAR

-Mira, Esperancita, hija: como lo tuyo en el Senado es más bien decorativo, vale más que nos eches una mano en Andalucía, que están otra vez esos malditos moriscos haciendo de las suyas. Recuerda que por tus venas deben correr algunas gotas de sangre vasca, y que un antepasado tuyo, Aguirre el de la cólera, fue capaz de plantarle cara a todo un Felipe II.

-Mire, mi señor, que yo de colérica tengo poco -arguyó la interfecta, muy mohína-, y ...

-Bueno, mujer, pero todo es ponerse -cortó, persuasivo, el del Triste Bigote, mientras repasaba el memorándum que acababa de remitirle el Adelantado Mayor de Turdetania: "Cúmpleme manifestar a V.E. que desde que perdimos a la noble Solinda de Sevilla, en combate desigual con el tal Monteseirín, y que por algo rima con malandrín -ruégole me anote un punto en el apartado de gracejos varios-, anda muy descalabrada la estrategia aquella de las Tres princesas alcaldesas, Solinda, Celinda y Teofinda. Item más, que la garbosa de Málaga también ha mermado mucho en la consideración de sus vasallos, desde que una flamante y fermosa fábrica que denominan Pabellón Deportivo amagó venirse al suelo con grande estrépito, entre otras calamidades; y que la sin par Teofinda de Cádiz anda cual perillana rastrojera -con perdón por la expresión y de ella-, con esto de la candidatura a regir los destinos todos de los andalusíes, que ya va lista".

Venía a coincidir el susodicho memorándum con otra misiva que le acababa de entrar el fiel escudero Arenín: "Menester fuera, mi dilecto Príncipe, Señor del Pisuerga, Adalid de la Muy Centrada Cristiandad, determináseis cubrir de algún modo la baja que en triste hora se produjo en aquella Trinidad de Leves Musas, Triángulo de Rubicunda Gracia, Trípode Angelical de nuestra causa contra los infieles del Sur". Y finalmente, con otro informe de los magos de la Corte, que aconsejaba buscar prontamente una nueva criatura de similares dotes (hablar fino, pelo trigueño, ojitos traidores), a fin de que los incultos turdetanos notasen lo menos posible la suplencia y siguiesen arrobados por el encanto de la tríada.

Y así fue que en un periquete vióse a la Ínclita Esperancita desparramar sus incontables virtudes por todo el haz andaluz. Acá se la viera esgrimiendo las ventajas del zoco de mercaderías sin tasa, como fuente de beneficios universales, frente a la contumaz manía de intervenir que muestran los rojeras incurables; allá inauguraba, acullá replicaba. Agora en Híspalis, mañana en Córdoba, más pronto que luego en las demás provincias. Por doquier, en fin, tirando puyas contra esos socialdemócratas resentidos y demás ralea, y sembrando la buena nueva de Adam Smith. Qué dudarían aquellos iletrados moriscos de esta doctrina -con más moho que un cantimpalo-, si hasta el indescriptible Miguel Boyer, con su donaire otrora coloradillo, había venido a santificarla. Ay, ¡y qué ganas tenía la princesa del relevo de recluirse en su apacible garita del AVE, vuelta a casa, para entregarse a su lectura favorita, la gaceta que llaman ¡Hola!, tan navideña y familiar.

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