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El club

Empieza a encajar en el puzzle la misteriosa operación de la detención del líder kurdo Ocalam, en la que colaboraron gobiernos oceánicos, es decir de la OTAN, servicios de información del imperio y de algunas de sus garitas galáxicas, especialmente las ubicadas en Oriente Medio. Dentro de la lógica de llevar la política al borde del abismo, para que el terror al vacío precipite las soluciones pactistas, detener a Ocalam significaba descabezar la parte más activa del movimiento de resistencia kurdo, al tiempo que la OTAN estaba machacando Kosovo para respaldar a los albanokosovares que luchaban por la independencia frente a Serbia. El sujeto políticamente correcto en Kosovo era incorrecto en Turquía y la caza de Ocalam espera a John Le Carré para ser historia total, es decir, novela.Pero hete aquí que, como decía Franco, no hay mal que por bien no venga, y una vez saciado el apetito de justicia de los turcos contra la guerrilla kurda, condenado a muerte Ocalam, la zafiedad del proceso y la brutalidad de la sentencia se convertía en materia prima de negociación para la definitiva entrada de Turquía en el concierto de las naciones democráticas. Por parte del intelectual orgánico de la europeidad, la negociación llegaba al punto de maduración: puesto que el Gobierno turco ya ha conseguido cazar a Ocalam, es el momento adecuado para no ejecutarlo, erradicar la pena de muerte y hacer méritos para ser admitido en el club de golf. Ocalam había sido el conejo vivo introducido en la jaula de la serpiente.

Así como durante la guerra fría Turquía pasó a cuchillo y a horca a la oposición radical, con el beneplácito de sus aliados democráticos, llegaba la hora de que se integrara en el club europeo habida cuenta de su papel en el equilibrio del Cáucaso y en la nueva guerra fría entre Norte y Sur tal como va a plantearse en aquella zona. En vez de jugar a la ruleta rusa de una batalla de Lepanto, la Europa de los derechos humanos admite al Imperio turco en su campo de golf, mientras Solana organiza la Ertzaintza europea bajo la mirada vigilante de Estados Unidos y de Mayor Oreja; es una metáfora, porque a veces hasta los ministros del Interior alcanzan la condición de metáforas.

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