Pasión heredada
Antonio Pradales, natural de Navalcruz (Ávila), es un pintor "aficionado", según él mismo se define, que en su juventud se dedicó a copista de cuadros del Museo del Prado. Después, mientras trabajaba en diversos oficios -desde sastre a carpintero, pasando por distribuidor de prensa- para sacar adelante a su familia, continuó en privado con su afición.Pintaba cuadros, uno tras otro, "por pura satisfacción personal". Y sin prisa: "Somos pintores de pincel lento", asegura. Aprovechó entretanto para contagiar a sus hijos Juan Antonio, de 30 años, y Pilar, de 27, su pasión por los lienzos. Desde hace años pintan los tres en su estudio de Carabanchel, un piso de 70 metros cuadrados repartidos en cuatro pequeñas habitaciones, que comparten con los ocasionales alumnos de pintura. El pasado viernes, un sobrino era quien se atrevía con los pinceles.
En la habitación que se reserva para él mismo, junto al caballete, los óleos, los pinceles y multitud de pequeños tesoros que utiliza para pintar sus innumerables bodegones, Pradales exhibe una impecable copia de Las meninas, otra de La Gioconda y decenas de óleos originales, muchos de ellos naturalezas muertas, que suman cientos en todo el lugar. Casi todos son de tamaño pequeño y mediano y ocupan, literalmente, las paredes de suelo a techo. "La casa la tenemos igual", dice, como si se disculpara.
El resto de su obra anda en manos de marchantes que "la van vendiendo por ahí" y de particulares que la adquieren en las escasas exposiciones que presentan. En ellas, junto a las obras de Pradales padre, se exhiben las de sus dos hijos. Como en la iglesia de Navalcruz, que desde 1995 luce tres grandes cuadros sobre la vida de Jesús donados por esta familia.
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