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La puntilla

La Comunidad de Madrid ha dictado una orden (según sus propias fuentes, humanitaria e histórica) relacionada con los toros: evitar el sufrimiento de las reses en su apuntillamiento cuando el puntillero marra el primer golpe y ha de pegar más hasta conseguir la muerte del animal. La directriz no se aplicará en la lidia de los toros, sino cuando éstos son devueltos vivos al corral o han de sacrificarse una vez corridos en las capeas y en los encierros.La humanitaria previsión consiste en dejar inconscientes a las reses para que no sientan el dolor del apuntillamiento. Para lo cual, el ente autonómico ha ideado una pistola que no dispara balas, sino un vástago cuyo duro impacto deja al animal fuera de combate. Por supuesto, es precisa una técnica: el tirador habrá de tener de frente al animal (si se deja) y acertar en un punto determinado de la cabeza para que se produzca la fulminante inconsciencia.

Claro que así como a los puntilleros no se les exige título de Cirugía Veterinaria u otras cátedras, tampoco prescribe la directriz que el tirador haya de ser Gary Cooper. Luego puede que no acierte el primer disparo, necesite otros, y antes de abatir al toro lo deje aterrado con la cabeza llena de chichones. Debería preguntarse a la bóvida grey qué prefiere, si morir apuntillada por las buenas o corrida a tiros por todo el corral.

Obviamente, los toros no hablan -sólo mugen, y éste es idioma de difícil entendimiento-, por lo que el hombre moderno ha asumido su humanitaria representación. Es el signo de los tiempos: que el hombre decida lo que conviene al reino animal. El recurso de la pistola recuerda aquella acción no menos humanitaria en defensa de los guapos patos del coto de Doñana, periódicamente agredidos por unos patos feos que venían volando de África y, al pasar, bajaban y se los beneficiaban.

Los patos del coto son especie protegida, en tanto los africanos no (sin duda por feos, por violadores y por africanos), y la medida que se adoptó fue contratar francotiradores que se apostaban en el coto y en cuanto llegaban los patos feos los abatían a tiro limpio.

A uno siempre le ha sorprendido la desenvoltura que tiene el ho,mbre pensante para regir los destinos del reino animal. Desde la Creación hasta la fecha (ya ha llovido), el reino animal intenta evolucionar según su propia ley, que nosotros damos por sentado es la del más fuerte; pero vaya usted a saber. Quién dice que esa ley no obedece a la estética y al orden universal que tienen entre sí establecidos los animalitos de Dios, los del cielo y los de la tierra, los del agua dulce y los de la mar salada, ajenos totalmente al interés y a la lógica surrealista del ser humano. El propio ser humano jamás habría evolucionado de mono a homo sapiens si hubiese existido millones de años atrás otra colectividad dotada de armas de fuego y de una mente superior (quizá derivada a idiota) a la que se le hubiese puesto entre ceja y ceja la necesidad de proteger a los monos para que siguiesen tal cual, y la emprendiera a tiros con otros animalitos, a su juicio más feos, que vinieran a despabilarlos y darles fiesta.

De todos modos, peor que sufrir puntillazos es para un toro que le corten los cuernos en vivo. La operación, llamada afeitado, consiste en inmovilizarlo, aserrarle los cuernos, taponarle con cuñas a golpe de martillo el agujero de la médula si sangra, disimular la avería con grasa, soltarlo después humillado, dolorido y abatido por la infección. Y resulta que la humanitaria Comunidad tiene sin resolver, o hasta prescritas, numerosas denuncias que se le han presentado por esta ilegal tropelía perpetrada con toros de lidia; y en aberrante contradicción ha multado a varios ayuntamientos por no cortarles los cuernos a los toros que sueltan en los encierros, según tiene ordenado.

Los políticos de la Comunidad han sido muy felicitados por la humanitaria introducción de la pistola. Y ya que se muestran tan piadosos con los animales, algunas organizaciones les han propuesto prohibir que a los toros lidiados se les corten las orejas y el rabo. Y que se les dé la vuelta al ruedo, pues se ofende su dignidad. Y que, además, se prohíba la venta de carne de toro.

No sé si nos habremos vuelto tontos de remate... Empezando por un servidor.

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