La moda de espiar la intimidad
Tras el éxito del programa "Big brother", la televisión holandesa monta otro sobre la vida de unos ciudadanos en un autobús
Big brother, el programa de la televisión holandesa que muestra la vida de varias personas encerradas en una casa prefabricada sin contacto con el exterior, está creando escuela. Atraída por el éxito de esta nueva forma de telebasura que desde hace dos meses y medio está batiendo récords de audiencia, otra cadena del país, SBS6, ha anunciado que va a contraatacar con una variante de la no-intimidad. Con el simbólico nombre de La jaula de oro, la emisora pretende meter a una decena de personas en un autobús de dos pisos y tenerlas viajando cuatro meses por toda Holanda.Al igual que ocurre en Big brother (que produce Endemol), los participantes serán expuestos a circunstancias psicológicas extremas que pongan a prueba su equilibrio y animen los tediosos días para el espectador: estarán sometidos a la vigilancia continua de decenas de cámaras y micrófonos (incluyendo la cama y el cuarto de baño), carecerán de cualquier tipo de lujo -entendiendo por lujo también teléfono, radio o televisión-, no tendrán ningún contacto con el exterior y se les azuzará a los unos contra los otros, obligándoles a votar quién debe ser eliminado del programa.
Además, los concursantes tendrán que ganarse las simpatías de los espectadores, que decidirán con sus votos por teléfono o Internet quién se hace con el premio de unos 80 millones de pesetas. Estas personas no podrán abandonar el autobús sin ser eliminadas, pero se les dará la posibilidad de vender su puesto al mejor postor y marcharse con un buen pellizco debajo del brazo.
Candidatos no van a faltar. Según demuestra la experiencia de Big Brother, los participantes (nueve en un principio, ahora reducidos a cinco), salen de la casa con la vida resuelta. Tara, que abandonó a sólo unos días del comienzo, se ha convertido en modelo y posa para las revistas más populares del momento; Sabine -castigada por los espectadores por haberse liado a la vista de toda Holanda con otro de los participantes- hace anuncios de televisión y ya presenta un programa; y Mona, camarera de Amsterdam, se convirtió en musa de la televisión local.
Según las malas lenguas, otras participantes, como Cyrille, que se incorporó en uno de los reenganches cuando dos personas abandonaron el programa de repente, entraron ya directamente sin ningún pudor en busca de la fama. La chica, que formaba parte del coro de un musical, pasó la única semana que estuvo en la casa, como quien no quiere la cosa, cantando mañana, tarde y noche. No convenció a los espectadores, que la eliminaron con su voto, pero gustó a una casa de discos, que a poco de salir le ofreció grabar un compacto, que se espera esté en la calle dentro de unas semanas.
Los que aún siguen en la casa, sin contacto con el mundo exterior, no saben todavía la fama que han alcanzado gracias a Big Brother. Los seguidores de Willem, profesor de una escuela de hostelería, han creado un club de fans y venden camisetas con su imagen por toda Holanda, y con la cara de Ruud, uno de los candidatos con más posibilidades de llevarse el premio de más de 20 millones de pesetas (112.000 euros), se hacen figuritas de mazapán. Un pastelero descubrió que se venden mejor que los tradicionales cerditos de color rosa que se estilan en Holanda por esta época. Sin que todavía lo sepa, la asociación en contra del uso de pieles de animales ha nombrado a Ruud miembro honorario. Con una vieja camiseta que luce con una leyenda en defensa de los animales, este hombre se ha convertido en uno de los personajes más imitados y ha logrado un mayor impacto que decenas de campañas publicitarias del grupo.
Además, la página de Internet de Big brother, que emite imágenes en directo minuto a minuto, es visitada a diario por 500.000 internautas, y el programa ha rozado los dos millones de espectadores en más de una emisión, audiencia sólo alcanzada en Holanda cuando se han transmitido partidos de fútbol muy especiales.
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