Un publicista para dirigir la cultura
Jordi Vilajoana Rovira, de 50 años y economista de formación, renunció a unos emonumentos de ensueño cuando abandonó el mundo de la publicidad por el de la política y fue nombrado director general de la Corporación Catalana de Radio y Televisión (CCRTV), en 1995. Ahora acaba de ser designado consejero de Cultura de la Generalitat y en su nombramiento se han cebado las críticas de los que le consideran un tipo hábil, simpático, pero de cultura "concreta". Vilajoana está acostumbrado a los malos recibimientos, ya los tuvo en la televisión pública catalana y acabó controlándolo todo hasta el final.Jordi Vilajoana, casado y padre de dos hijas, es un hombre con ambición política, que hubiera preferido ir a Medio Ambiente. Artur Mas, su gran valedor, ha tenido que batirse el cobre para impulsar el nombramiento de un hombre sin predicamento en el mundo cultural para el cargo de consejero de Cultura.
Los que le conocen bien afirman que el nuevo consejero es único en conseguir motivarse. Aseguran que, como ha hecho muchas veces, se llegará a convencer de que ha nacido para el cargo que ahora desempeña. Vilajoana es un hombre con labia, un gran negociador con vocación de líder. Y añaden que es tan brillante en el uno contra uno, por su capacidad de persuasión, como nulo en el discurso público. De ahí que en el mundo de la política voces influyentes de su partido no le identifiquen como líder con discurso propio, incluso para muchos era un "nouvingut" (recién llegado).
Nadie comprendió que Vilajoana, hombre muy reputado al frente de Tiempo-BBDO, incluso internacionalmente, dejase las campañas publicitarias para ir a dirigir una televisión pública. Pero aquel Vilajoana que parecía tener un carrerón en el mundo de las campañas publicitarias había llegado a su empresa, en 1975, recién acabada la carrera de economista y convencido de que ingresaría en el departamento financiero. Con los años se revelaría como un artista en el manejo de "las cuentas", pero de unas cuentas que no tenían nada que ver con la contabilidad.
Aquel ejecutivo modélico, siempre dispuesto a lucir la chapa de sheriff de la empresa que presidía, BBDO, tenía oculta una vocación política. Les tenía engañados a todos.
Se había iniciado como militante en la Esquerra Democràtica de Catalunya de Ramon Trias Fargas, en 1975. Ingresó en CDC tres años después. En 1984 accedió a la presidencia del poderoso distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi, nada menos que la agrupación del partido de la que dependen Marta Ferrusola y Lluís Prenafeta. Para la gente del mundo publicitario fue una sorpresa su acceso al comité nacional y al electoral, y que pasara a ejercer como responsable de la publicidad del partido. Toda esa fase fue desarrollada de forma discreta, personalmente, por el Vilajoana publicista.
Sus biógrafos -influidos por por las notas de CDC- le presentan como el "gran hermano" de la publicidad del partido de Jordi Pujol. Sin embargo, los grandes hitos de ésta se los han apuntado Joaquim Llorente y Lluís Bassat, directos competidores de Vilajoana. Sí fueron méritos del consejero de Cultura eslóganes como Tria Trias y el Amics per sempre que triunfó en Barcelona 92.
Tiempo-BBDO y Vilajoana tuvieron que dar muchas explicaciones ante los tribunales de justicia por la acusación de haber emitido facturas falsas que favorecieron la financiación irregular de CDC, en el llamado caso Casinos. Jordi Vilajoana quizá cargó con más mochuelos de los que en realidad le tocaban y eso, claro, se convirtió en un activo en su carrera política.
Fueron años de un Vilajoana provisto de un paquete de tabaco negro, uno de rubio y caja de puros. Para entonces, su único nexo con el mundo cultural catalán era ser miembro del Consejo Social de la Lengua Catalana. No obstante, su furor parecía más inclinado al barcelonismo futbolístico que a los ateneos culturales.
El punto final con su compañía de toda la vida le forzó a vender las acciones que tenía en ella para tomar posesión de la CCRTV, y eso fue un auténtico pelotazo multimillonario para Vilajoana.
Durante años mantuvo una gran amistad con Carles Vilarrubí, actual consejero de Telefónica a propuesta de la Generalitat. Carles Vilarrubí llevó a Vilajoana al mundo de los negocios. Sin saber nada de química, entró en el consejo de La Seda en 1994, junto con Rafael Español, actual presidente de la firma, y Artur Mas, su gran valedor en la reestructuración del Gobierno. Aquella extraña operación de salvamento de La Seda dio pie a que en la Barcelona financiera se hable del "clan de La Seda": Rafael Español, Carles Vilarrubí, Jordi Vilajoana y Artur Mas.
Además Vilarrubí y Vilajoana comparten con Jordi Pujol Ferrusola una pasión: la velocidad y las carreras. Carles Vilarrubí, que colaboró en los esfuerzos por gestar Media Park, pilota su propio carro en el Trofeo Lamborghini Diablo, con Philips como patrocinador, y Vilajoana sabe lo que es segregar adrenalina en el Jarama o en el Circuito de Cataluña pilotando una joya de la mecánica de competición que es de su propiedad y uno de los pocos signos de ostentación que jalonan su vida. El olor de los circuitos le apasiona hasta tal punto que se enfundó el casco para competir junto a Fermín Vélez en las 24 horas de Montmeló.
Celoso de su vida familiar, discreto en su día a día y veraneante de barca menorquina en Calella de Palafrugell, sus amigos dicen que cambió a partir de 1995, cuando dio el salto a la CCRTV. Su trabajo en la corporación -en el que acabó de perder el cabello- le ha dado fama de duro y le ha distinguido como el director general que más veces se ha hecho entrevistar en los medios públicos de la Generalitat. Pero el mando de lo cotidiano siempre se lo dejó a Lluís Oliva, incluso las crisis, como la de aquel horrendo día en que Carles Francino se negó a presentar el Telenotícies por el tratamiento que se daba a Flotats a raíz de su enfrentamiento con la Generalitat
Las otras carreras
Su cargo lo promocionó como consejero de Vía Digital y Audiovisual Sport, la Fundación Universitat Oberta y el Teatre Nacional de Catalunya. Durante su experiencia en televisión fue testigo del famoso episodio de Miguel Ángel Rodríguez y Antonio Asensio, allá por 1997, cuando el entonces portavoz del Gobierno de José María Aznar amenazó con la cárcel al empresario de comunicación.
Todas aquellas aventuras le curtieron en la doctrina de procurar un reordenamiento de los asuntos mediáticos de la Generalitat en un ámbito político específico ajeno a la presidencia, y probablemente se vea pronto un reajuste de estas competencias bajo el paraguas del Departamento de Cultura.
El camino de los negocios llevó a Vilajoana a liderar Media Park, empresa que preside desde 1996 y sobre la que planeó durante unos años la sombra de los intereses del primogénito de Pujol. Vilajoana estaba experimentando una mutación: de horrorizado ante un ordenador a apóstol de las nuevas tecnologías. Como en casi todo, su fuerza de voluntad le volvió un experto a los ojos del que nada sabe.
Herido de muerte el proyecto de la ciudad de la imagen Media Park, Vilajoana no ha cesado en el empeño de impulsar una productora de televisión en la que también participa Philips.
Su larga experiencia en mercadotecnia parece prefijar una línea preferente de actuación como consejero de Cultura en favor de la difusión cultural.
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