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'Stock-options' para ETA

Fernando Savater

Es frecuente que cuando un grupo debate algún problema práctico complejo y se van rechazando uno tras otro los diversos modos de intentar desatar el nudo, pues a todos se les pueden encontrar graves contraindicaciones, el más ingenuo o el más cínico de los que discuten pretenda zanjar la perplejidad reinante exhortando a que se adopte "una solución imaginativa". No le preguntéis cuál: con decir que tiene que ser solución y que tiene que ser imaginativa, ya cree haber dicho bastante. Si luego los otros se empeñan en no resolver o en resolver mal, es decir sin imaginación, eso ya no es en modo alguno culpa suya. El camino está trazado y con ello da por terminada su misión: serán culpables los que no lo sigan.Algo parecido hemos estado escuchando en el País Vasco durante los últimos meses del alto el fuego de ETA. En este caso, el equivalente a la "solución imaginativa" para culminar el "proceso de paz" (eufemismo con que se denomina el abandono definitivo por parte de ETA y servicios auxiliares de la violencia intimidatoria) sería acabar de una vez con el "inmovilismo" gubernamental. En tan esclarecido dictamen concordaron por una vez Arzalluz y Almunia con los sobresaltados empresarios vascos, por no mencionar a Elkarri y Margarita Robles. En fin, que hay quórum. Lo que nunca ha estado del todo claro es cómo romper tal inmovilismo de modo que lo único roto sea la quietud y no cosas democráticamente más principales. Es obvio que la esclerosis cuenta con pocos partidarios, por la misma razón obvia que no los tiene la carencia de imaginación. Pero quizá la auténtica dificultad estriba en imaginar bien o moverse de modo adecuado, y para tal logro seguimos echando en falta consejos más precisos. Sobre todo ahora, cuando los terroristas vuelven oficialmente a las andadas.

Apurados a concretar, lo único inteligible que han preconizado los anti-inmovilistas es flexibilizar la política penitenciaria respecto a los presos de ETA: o sea, llevarlos a las cárceles de Euskadi. Y opino que sería muy oportuno que el Gobierno atendiese de una vez esta demanda. En primer lugar, por una razón humanitaria (aunque no se trate de un precepto legal): así se aliviaría la situación de los reclusos y la de las familias que les asisten. Creo firmemente que nunca se pierde nada humanizando incluso las consecuencias de los comportamientos menos humanitarios. Pero en segundo lugar, por un motivo estratégico o, si prefieren ustedes, pedagógico: yo soy partidario de que se acerque a los presos precisamente porque es la única forma de demostrar que la renuncia definitiva de ETA y sus adláteres a la violencia no depende de semejante concesión. Al día siguiente de estar todos los presos en cárceles de Euskadi, comenzará la brega aún más apremiante por ponerlos definitivamente en libertad. Como ya ha sucedido en tantas ocasiones, lo que puede haber de buena voluntad conciliadora en el gesto se olvidará de inmediato para concentrar la santa indignación en la reivindicación sucesiva, como uno olvida el peldaño que acaba de subir mientras sólo piensa en los que le faltan hasta el final de la escalera. Pero por lo menos quedará claro que la supuesta "solución imaginativa" no es meramente sino otra solución imaginaria... Dicho sea de paso: en el comunicado de ETA en que anuncia el final de la tregua, a los presos ni se les menciona.

Por lo demás, el resto de los "movimientos" que se exigen al Gobierno son voluntariosamente borrosos. Los hay que aconsejan proponer transformaciones sutiles de algún artículo de la Constitución a partidos que no las solicitan explícitamente o a quienes explícitamente rechazan la Constitución: es una actitud tan inteligente como intentar apaciguar el hambre de un león ofreciéndole una buena menestra de verduras. Otros proponen empezar por "desarmar" el lenguaje político que utilizan en Euskadi para descalificarse mutuamente los partidos, los intelectuales y demás ralea. Digo yo: ¿no sería mejor desarmar efectivamente a quienes llevan pistola o bomba? Porque también en el resto del país los políticos y los intelectuales utilizan un lenguaje "de rigore armato", como se diría en El caballero de la rosa, pero con efectos sociales evidentemente más soportables que en el País Vasco. ¿Por qué en mi tierra para convivir vamos a tener que portarnos más angélicamente que en los demás lugares? Y agotadas estas imprecisas precisiones sobre los movimientos requeridos, el resto es silencio.

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Lo cual no deja de ser bastante lógico. No es fácil hacer regalos a quienes ya tienen casi de todo. En Irlanda han pactado nada menos que la entrega de armas por parte del IRA para aceptar a miembros del Sinn Fein en el nuevo Gobierno del Ulster, mientras que en Euskadi les hubiera bastado a sus homólogos de ETA con una condena explícita de la kale borroka. La institucionalización de la autonomía y la peculiaridad que en otros lugares diversamente conflictivos siguen costando lágrimas de sangre está vigente en el País Vasco gobernado por los nacionalistas desde hace décadas... aunque no por ello las lágrimas y la sangre hayan dejado de fluir. Y aquí estriba el verdadero problema del movimiento tan exigido, del perpetuum mobile vasco, que ahora parece acercarnos de nuevo a campos de batalla que queríamos creer definitivamente abolidos.

Como la propia organización terrorista acaba de encargarse de revelar, a los etarras se les prometieron bajo cuerda en su día auténticas stock-options sobre el futuro del país a fin de incentivar su abandono de la violencia: ¡el gran "pelotazo" político del siglo! Es decir, la ruptura más o menos disimulada con las instituciones estatales y los partidarios constitucionalistas del País Vasco, la formación de nuevas formas de autogobierno dirigidas a reforzar el nacionalismo (verbigracia: la asamblea de municipios) y la autodeterminación entendida como respeto a la voluntad de los vascos (pero de los vascos "de verdad", cuyo censo ya están estableciendo algunos a partir de la exclusión de los funcionarios del Estado invasor y de los lacayos del constitucionalismo español o francés). ¡En el año 2004, Luxemburgo! En cuanto a los presos, no sólo acercamiento, sino liberación inmediata para que se incorporen con voz y voto a la nueva construcción nacional vasca. Incluso supongo que se les podría dar a cada uno más de un voto, sumando al suyo propio el de las personas que asesinaron y que a causa de esta fastidiosa circunstancia han perdido toda capacidad decisoria en el radiante proceso que se avecina...

Como los etarras son malos pero no tontos del todo, pronto les empezó a resultar evidente que este pelotazo político -a diferencia de otros económicos, no menos desvergonzados- no tenía próxima su fecha de cobro. Quizá a quienes intentaron engañarles con la loable intención de hacerles regresar al redil de la política democrática se les

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense.

'Stock-options' para ETA

fue la mano a la hora de prometer o de fijar plazos de vencimiento a tales promesas. O quizá -y es lo que me parece más probable- midieron mal el grado de rechazo que no sólo la violencia sino también el radicalismo independentista tienen en la sociedad vasca, tal como quedó claramente explicitado en las dos subsiguientes consultas electorales y en el propio comportamiento de los ciudadanos durante la tregua, tanto nacionalistas moderados como no nacionalistas. En vano algunos jelkides multiplicaron las declaraciones truculentas para demostrar su buena voluntad a los impacientes etarras, mientras urgían desesperadamente al Estado y a los partidos constitucionalistas a mostrar algún grado de aceptación de los compromisos que por otra parte ellos negaban virtuosamente haber asumido. En vano los más políticos de EH anunciaron que romperían por su cuenta el juego democrático estatal, preconizando la abstención en las próximas elecciones. Los duros de ETA se han cansado y prevalecen de nuevo en la organización, a la que vuelven a intentar poner en marcha para no perder el protagonismo siniestro que empezaban a perder. Es la peor noticia que podían darnos, pero no es el fin del mundo.¿Necesita Euskadi una segunda transición, como a veces oigo decir? Quizá sí, pero entendida de un modo diferente al de quienes ahora la propugnan. La primera transición puso fin a la coacción dictatorial que pretendía privar a los vascos nacionalistas del derecho a defender su lengua, sus símbolos, su proyecto político... convirtiéndolos en el enemigo a exterminar: la Anti-España. La segunda transición debería dar carpetazo a la coacción dictatorial que, a lo largo de toda la etapa democrática, ha intentado privar a otros vascos de su derecho a considerarse españoles, hablar en castellano y propugnar una idea distinta a la de los nacionalistas de lo que ha de ser el presente y el futuro en el País Vasco... convirtiéndolos en el enemigo a exterminar: la Anti-Euskadi. Las víctimas de unos y otros dictadores deberían entenderse. En efecto, en el País Vasco hay un conflicto político, pero no es el civilizado y negociable que les enfrenta legítimamente a ellos en el Parlamento, sino el que enfrenta a ambos grupos civiles con los partidarios de una nueva dictadura militar de salvación nacional.

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