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El lomo protector

Miquel Alberola

La fisonomía de Castellón tiene más que ver con la repostería que con la arquitectura, aunque su Palacio de Justicia no está relacionado con estas materias. Por el vientre de este edificio transcurren estos días 114 testigos y peritos para subrayar los detalles de los cinco asesinatos confesados por Joaquín Ferrándiz. La frialdad del caso impregna la sala de prensa, donde a través de unos monitores se puede seguir el juicio en una imagen fija en la que sólo se ve el lomo del acusado. Se trata de un psicópata según los psicólogos, pero los forenses creen que es un enfermo mental. Lo trajeron esposado hasta la sala donde se desarrolla el juicio, que es más cálida pero igual de siniestra, aunque se mantuvo glacial durante cuatro horas, sentado en el banquillo en posición semifetal, mirándose las puntas de los zapatos mientras el ministerio fiscal trataba de desenmarañar el proceso macabro. Debajo de su lomo aguantó el chaparrón de testigos y harapos hallados junto a las víctimas, sin embargo, cuando la madre de una de las mujeres asesinadas, dijo que conocía a su madre, su lomo vibró y sacó un pañuelo para secarse una lágrima. Sólo fue un instante.

Más información
La policía descartó a Ferrándiz como autor de la muerte de las prostitutas de Vora Riu

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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