La seguridad de todos
LA CUMBRE de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), celebrada esta última semana en Estambul, ha acordado una nueva Carta de Seguridad Europea que establece los objetivos y las líneas maestras de actuación para el próximo siglo. Para muchos europeos occidentales como los españoles, que viven muy lejos de las fallas políticas y culturales de Europa central, Oriente Próximo o el Cáusaco, las declaraciones y los planes expuestos en Estambul pueden parecerles lejanos y que poco o nada les afectan. España estuvo tanto tiempo marginada de la historia europea que algunos sectores siguen pensando que la cooperación internacional es poco más que el comercio y las ayudas que reciben de las arcas de la Unión Europea. Eso ha sido siempre falso, pero lo es ahora más que nunca.Pronto antes que tarde lo percibiremos aquí, en España, cuando se produzca una ampliación de la UE hacia el Este, cuya necesidad se deriva tanto del derecho de los países de esa zona a ingresar en la Unión como de la exigencia europea de dejar claro que el proceso de extensión de la zona de libertad y prosperidad que es la UE se mantiene. Que en los Balcanes y más allá continúe viva la perspectiva de un ingreso en esta comunidad de naciones es una de las claves para la movilización de esas sociedades y sus líderes hacia la consolidación de sus frágiles democracias. Por los mismos motivos son necesarios los nuevos pasos dados por la OSCE para dotar de rapidez y efectividad a las nuevas operaciones propias para desactivación de crisis, mediación en conflictos y control de la limpieza democrática de elecciones, por citar sólo tres tareas. Pero son muchas más. La preocupación de todos los miembros de la organización por el respeto de los principios de la OSCE se convierte así en una amplia trama de fiscalización de los hábitos de los gobernantes y de defensa de los derechos de los individuos y las minorías.
Se han producido algunas evoluciones alarmantes en los diez años transcurridos desde la firma de la Carta de Seguridad de París. Cuatro guerras en los Balcanes con centenares de miles de muertos, la desestabilización de gran parte del Cáucaso y la forma en que Rusia trata a su propia población en Chechenia son algunos de los más graves. Pero el tráfico de drogas y de inmigrantes, el creciente poder de las mafias y la corrupción, convertido en un enemigo más temible de la democracia que pasadas ideologías totalitarias, son problemas que afectan a todos y de forma cada vez más intensa. Para estos problemas globales la OSCE ha decidido aplicar políticas globales que resuelvan crisis y conflictos, palíen daños y eviten en la medida de lo posible el dolor de los seres humanos afectados. Es una tarea noble por sus principios y objetivos. Pero es, además, imprescindible si queremos que el siglo que viene no conozca los horrores del que ahora acaba.
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