Castanyes calentes
El profeta Abdías, con bella escultura en el Campanil de Florencia, sólo escribió 21 versículos en el 587 a.C. y ganó la vida eterna, miles de ediciones y, sin ser cristiano, se le festeja hoy. Su libelo de castanya torta es feroz contra los edomitas -¡cuidado con las eses y las os!-, de Edom, el mote de Esaú, enemigo y hermano carnal de Jacob: "El casal de Jacob será un fuego y el de José, una llama, pero el de Esaú será como la paja: lo encenderán y lo consumirán".Pues para liberar de ese fuego eterno a las animetes -¿dónde las almacenarán ahora que han suprimido su seno?- se comían, entre rezos y vinos, castañas (cada una contendría un espíritu). A lo largo del mes de los difuntos, se conocían con mágico boj, en el altar familiar, el hogar: "Uns trauen les castanyes del foc i altres se les mengen". Al calor acudirían los volátiles finados y había que proporcionarles viático en su tránsito. El castaño es sagrado para los druidas y un cosmos engendrador -emblema nuestro de testículos- de frutos nutricios, que encierran la inmortalidad, la resurrección, la esperanzadora maravilla de una vida venidera, "dintre la castanya està la maganya", cada castaña encierra un alma, de árbol.
Por ello, en nuestras calles emergen castañeros, que proclamaban su industria antaño con gritos especiales: "Castanyes calentes i grosses/; qui en vol, ara que fumen?" o el de "Castanyes torrades calentes i bones!", de Alcoy, al que los niños respondían, para enfado del asador, "I el castanyer que les ven/està borratxo d"aiguardent!".
Es la expresión primitiva y popular, lejos del uso elitista: de las confitadas con miel por los griegos, se pasó a las almibaradas de los monasterios medievales, que hacían las delicias de las damas florentinas del Renacimiento y el Barroco francés consagró con el nombre de "marron glacé".
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