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FÚTBOL Undécima jornada de Liga

El Betis asiste a la resurrección del Celta

Los gallegos bordaron el fútbol en Balaídos

Cuando el desencanto comenzaba a prender entre la afición del Celta le dio al equipo de Víctor Fernández por redescubrirse a sí mismo. No fueron simples indicios de rehabilitación, sino una resurrección en todos los sentidos del grupo que la temporada pasada abusaba con un fútbol directo e imaginativo. Aquel equipo aún existe. Tuvo el Betis la mala suerte de presenciar el prodigio. Se negaron los de Griguol a abrir el paraguas y el monólogo celeste los desplumó sin piedad. El regreso de Mazinho completó una jornada de intensas emociones como la que ayer saboreó Balaídos.En cuanto el Celta se puso a jugar al Betis no le quedó más remedio que perseguir la pelota por las cuatro esquinas y tal vez hasta disfrutar con el espectáculo de los de Vigo. Nada que recriminarle al equipo de Griguol: bien plantado en el terreno, con un centro del campo trabajador y dos líneas de ataque sobradas de talento, trató siempre de llevar el control por sus propios méritos, convencido de que no tiene tanto que envidiar al equipo celeste. Y cuando a los dos minutos se adelantó con un cabezazo en plancha de Alfonso dio la sensación de que podía provocar un terremoto en Balaídos.

CELTA 5

BETIS 1Celta: Dutruel; Velasco, Cáceres, Djorovic (Sergio, m. 84), Juanfran; Celades (Mazinho, m. 73), Giovanella; Karpin, Mostovoi, Gustavo López (Tomás, m. 72); y Turdó. Betis: Prats; Grosa, Filipescu, Karhan, Rivas; Merino, Ito; Finidi, Romero, Denilson; y Alfonso. Goles: 1-0. M. 2. Alfonso remata en plancha un centro de Denilson. 1-1. M. 18. Gustavo López aprovecha un rechace de Prats. 2-1. M. 23. Turdó, a pase de Mostovoi. 3-1. M. 27. Mostovoi aprovecha un fallo de Filipescu, amaga ante Prats y marca. 4-1. M. 59. Turdó, nuevamente a pase de Mostovoi. 5-1. M. 70. Karpin remata un centro de Gustavo López. Árbitro: José María García Aranda. Mostró tarjeta amarilla a Karpin. Unos 23.000 espectadores en Balaídos.

El Betis y su nómina de futbolistas extraordinarios tardaron cinco minutos en diluirse como un azucarillo. Fue el tiempo que necesitó el Celta para tomarle la medida al partido. Curiosamente lo hizo sin uno de sus hombres más regulares de la temporada, el sancionado Makelele. Por primera vez juntos, Giovanella y Celades aplicaron velocidad en la salida de la pelota, y el resto corrió a cargo del de siempre, de Mostovoi, de su sangre fría y de su capacidad para sembrar el pánico en la mejor de las defensas. Por primera vez tuvo en lo más adelantado del campo una referencia, Turdó, y no el manojo de nervios en que se ha convertido McCarthy, que ha acabado por dar con sus huesos en el banquillo.

La facilidad con que cayeron los goles en el saco local quedó en segundo plano ante el ingenio que aplicó el equipo para encontrar huecos en una zaga a pesar de todo bien plantada. No cabía duda alguna: se trataba nuevamente del Celta de la temporada pasada; era otra vez ese fútbol electrizante que hizo de los de Vigo un equipo admirado en toda Europa.

Los goles de la primera parte atribuyeron a cada cual el protagonismo que reclamó. El primero, a Celades, que disparó con dureza, y a Gustavo López, que recogió el rebote. El segundo a Turdó, uno de los que mejor parados salieron del encuentro. Y el tercero al mago Mostovoi. Ya había sido determinante en el balón que le puso a Turdó en el gol anterior, y con el suyo dio un golpe de autoridad. Fueron esos cuatro jugadores los responsables de que la máquina del Celta volviese a funcionar.

Poco cabe decir del Betis salvo lamentar la mala suerte de asistir a la resurrección del Celta. De los cinco goles que encajó sólo de un par de ellos se podrá sentir culpable. Por lo demás, ofreció cinco buenos primeros minutos. La decisión de Griguol de castigar a sus hombres sin cambios resultó un tanto excesiva; tal y como transcurrió el partido, quizá lo único que se le deba reprochar a los verdiblancos sea no haber aplaudido alguno de los goles del Celta.

Así las cosas, los últimos minutos quedaron para presenciar el regreso de Mazinho en un partido oficial. Fue una nueva carga de emotividad para un choque repleto de sensaciones. Ovación al margen, el regreso del brasileño tuvo un saldo contradictorio: la estrella cojea notablemente, aunque parece dispuesta a brillar incluso con la rodilla en precario.

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