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ERC considera que la polarización es un "mal comienzo" de la legislatura

Enric Company

"Nos han bipolarizado", lamentaba ayer uno de los diputados de Esquerra Republicana (ERC), Carles Bonet, tras la primera sesión del Parlament. Para los republicanos fue un mal trago votar a favor del candidato del PSC-Ciutadans pel Canvi a la presidencia del Parlament. Reaccionaron acusando a los demás grupos parlamentarios de la contradictoria situación en que se vieron abocados y vaticinaron que la polarización del Parlament entre un bloque conservador y otro progresista es "un mal comienzo" de la legislatura.

"Éste no es el trato que ERC merece de quienes quieren formar una mayoría nacionalista ni de aquellos que en el futuro quieren formar una hipotética mayoría progresista", advirtió Josep Lluís Carod Rovira, secretario general de ERC, nada más terminar la sesión de ayer.Los republicanos aspiraban a conseguir un puesto en la Mesa del Parlament, pero sus exiguos 12 diputados no les alcanzaban para ello. La diferencia entre los dos principales grupos parlamentarios -el de CiU, con 56 diputados, y el de Socialistes-Ciutadans pel Canvi, con 50- y los restantes es muy grande. Los 12 diputados del PP y de ERC tienen el enorme valor de que, sumados a los de CiU, alcanzan para formar mayoría absoluta, 68 escaños. Los cinco de Iniciativa-Verds no dan ni para eso. Pero una vez que CiU ha escogido pareja, y ayer escogió los 12 del PP, los otros 12 pierden este valor y quedan relegados a la oposición. Ésa fue la situación en que, con dolor, se vio ayer ERC a sí misma.

La Mesa del Parlament se elige mediante tres votaciones nominales, una para el presidente, otra para los dos vicepresidentes y otra para los cuatro secretarios. Se lleva a cabo por el sistema denominado de mayores restos. CiU y el PSC tienen suficientes votos como para asegurarse la elección de cuatro puestos para el primero y tres para el segundo.

Pero, en función de su pacto con el PP, CiU cedió uno de los suyos a los conservadores a cambio de asegurarse la presidencia de la Cámara y de encarrilar positivamente la investidura de Jordi Pujol como presidente de la Generalitat dentro de 10 días.

Los republicanos querían tener un puesto en la Mesa y sólo podían conseguirlo si los socialistas les cedían uno de los suyos. Pasqual Maragall se mostró dispuesto a cedérselo, pero a cambio de que ERC apoyara a su candidato a la presidencia del Parlament, Josep Maria Vallès, de Ciutadans pel Canvi.

Pacto a disgusto

Los republicanos consideraron esa exigencia una humillación, porque les obligaba a alinearse con el PSC e Iniciativa per Catalunya-Verds en una votación de alto contenido simbólico. Pretendían conseguir su presencia en la Mesa a cambio de nada. Ofrecieron apoyar al PSC en la votación del primer vicepresidente, una votación en la que sus votos no eran necesarios. Maragall no aflojó, y al final ERC tuvo que aceptar la realidad: una vez que CiU hubo escogido a la derecha, sólo les quedaba asumir que sus 12 diputados no les daban un puesto en la Mesa o aceptar el pacto con la izquierda si querían lograrlo.

Los diputados de ERC encajaron muy mal esta situación. Aceptaron a disgusto las condiciones de Maragall y consiguieron una de las cuatro secretarías de la Mesa.

Después acusaron a CiU de hipocresía porque sus dirigentes se llenan continuamente la boca con proclamaciones de hermandad nacionalista con ellos, pero a la hora de la verdad se van con "los españolistas del PP". Pero no por ello renunciaron a su política de no lanzar nunca un solo ataque contra CiU sin acompañarlo de otro contra los socialistas. Acusaron a los socialistas de falta de generosidad y advirtieron repetidamente que la alineación en el bloque progresista a que ayer se vieron obligados en contra de su deseo no es una opción garantizada para toda la legislatura.

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