LA CRÓNICA Ory sucede IGNACIO VIDAL-FOLCH
Ory sucedió el martes y entre otros poemas de su nuevo libro Melos melancolía (Igitur) recitó uno en el que remataba la salmodia estrófica de los alejandrinos (que son los versos de 14 sílabas, partidos en dos tramos de siete llamados hemistiquios) con el estribillo: "Cada vez me parezco más a Gaspar Hauser". Cada vez que afirmaba esto, cada vez en tono e intención diferente, y cada vez con una mayor densidad de sentido debida a la repetición, como si efectivamente, a cada estrofa terminada, ante nuestras narices, Ory se fuera pareciendo más y más al pobre Gaspar con su manchada levita verde, se producía en la audiencia que atiborraba la sala ese peculiar erizamiento del vello que no engaña.¡Caramba con Ory! Ahora no voy a descubrir nada si digo que es un brujo, enorme poeta -hoy le dicen poeta a cualquier cosa, a uno que le llama su amor y toma un taxi; pero Gimferrer, que en compañía de Rosa Lentini y Neus Aguado presentó el acto, lo aclara: "¿Queréis saber qué es la poesía? Uno de los caminos más rápidos es leer a Carlos Edmundo de Ory"-. Ni reconstruiré su vida legendaria de fundador de escuelas y de trasterrado, Jaume Pont en el epílogo del libro la explica un poco y hay una biografía más detallada de Rafael de Cózar en la antología Metanoia de Cátedra. Pero dejo constancia de que se producía el entusiasmo característico de los acontecimientos poéticos, viniendo etimológicamente si no me engaño la palabra entusiasmo de "estar con Zeus", estar endiosado, fundido en la deidad, siendo dios=H, y por eso genuina y gratamente sorprendido del entusiasmo de los oyentes que aplaudían al final de cada poema y que permanecían sentados y a la espera cuando él ya había dado por terminado el recital, Ory se excusaba: "¡Esto no es mío, es del cosmos! Cuando me aplauden ustedes aplauden a los poemas y éstos son del universo".
Y yo para escribir suelo lo primero quitarme la corbata y en cambio esta vez en el observatorio astrológico he juzgado imperativo mantenerla derecha y bien apretado el nudo al cuello para dar reseña del acto del martes 2 de noviembre de 1999 en una sala forrada de libros, en el Ateneo. Aunque sería mejor y más sencillo transcribir directamente los versos de Ory, por lo menos el Arcanum que acaba así: "... Aquí caí después en la tierra corrupta/ donde andaba buscando vanamente las redes/ mientras tiraba al viento mi sarta de diamantes / Cada vez me parezco más a Gaspar Hauser".
¿Quién no se acuerda del enigmático Gaspar Hauser? Arquetipo humano, Segismundo de la vida real, algunos han visto la película de Herzog y otros habrán leído el poema de Verlaine, y aún otros habrán oído la canción de Brassens, y al otro lado de las Ramblas, en un hotel en el que hacia los años setenta algunos se registraron y pagaron por una sola noche, para suicidarse en tierra de nadie (recuerdo varios casos, y el artista Rubiales, archivo de pasos perdidos, me refrescaba la memoria el otro día sobre otros que se quedaron por el camino antes) allí en ese hotel que le digo que ha cambiado de nombre, aún no había muerto Franco, se mató uno que muchos de mi generación leíamos y sobre la mesita de noche dejó un libro de Verlaine abierto por la página en que estaba el poema Gaspar Hauser. ¿Sabe de quién hablo, a quién me refiero? ¡El que escribía sobre la contracultura y sobre nosotros resulta que a la hora de la verdad el muy pillo leía su Verlaine y encima el poema a Hauser! ¡Y pensar que a vuelta de página está La vida en rojo ("mais moi je vois la vie en rouge!")! Arbitrario e impúdico, yo desentierro a este muerto y lo pongo en esta página, lo traigo resucitado del brazo cruzamos las Ramblas son sólo doscientos metros, para que escuche el recital de Orfeo, tiró al viento su sarta de diamantes y me acuerdo de él, con un signo de interrogación, ¿por qué tan impaciente?, cada vez que oigo el nombre "Gaspar Hauser", y peor aún, cada vez que oigo o leo el nombre de Verlaine, al que por cierto Ory de joven leyó muy atentamente.
Ory sucedió, sucede y es solemne, sobrecogedor y a la vez muy divertido: "Muchas veces yo me creo/ a las puertas del Nirvana/ ¿entro? ¿no entro? Me entra gana/ antes de darme un paseo". La Asociación de Escritores (ACEC) organizaba el recital y lo filmó en película y así queda guardado y reproducible para pantallas futuras. Rigurosamente los diamantes al viento vuelven a caer sobre la tierra, atraídos como nosotros por la ley de la gravedad.
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