Once meses sin pisar tierra firme
Jesse Martin, un joven australiano de 18 años, debió soportar el embate de una ballena cerca de las islas Malvinas, en el Atlántico sur, y estuvo a punto de chocar contra un gigantesco petrolero poco después, en aguas del Pacífico, pero ha conseguido su objetivo: el domingo pasado, a las 6.27 (hora de Australia) y tras amarrar su pequeño velero en el puerto deportivo de Melbourne, se convirtió en el hombre más joven en dar la vuelta al mundo en solitario sin escalas intermedias y sin ningún tipo de ayuda externa. Desde que partiera, en diciembre pasado, Martin ha recorrido unos 45.000 kilómetros a bordo del Lionheart (Corazón de León), un velero de apenas once metros de eslora, en 329 días.El nuevo héroe australiano fue escoltado por un centenar de embarcaciones en las últimas millas de su travesía y 25.000 personas acudieron al puerto de Sandringham para recibirle; entre ellas, el gobernador del Estado de Victoria -el cual aseguró que Martin constituye un "modelo para los jóvenes victorianos", y le ofreció un puesto como embajador-, su familia y un médico que le practicó una rápida revisión nada más llegar y dio el visto bueno: "Es un chico muy especial; está en perfectas condiciones". A Jesse Martin le costó dar sus primeros pasos en tierra firme después de casi un año en alta mar, y sus rodillas le temblaron visiblemente mientras abrazaba a su madre.
Después fue el turno de la conferencia de prensa, donde el rubio navegante intentó quitarse mérito y asumió el récord con modestia: "No me considero el mejor navegante del mundo; de hecho, no he corrido una sola carrera en toda mi vida. Lo único que hice fue izar las velas y navegar a cuatro nudos [unos ocho kilómetros por hora] todo el camino alrededor del mundo. No tiene nada de especial".
Martin, sin embargo, reconoció haber pasado miedo en algunas etapas del viaje, sobre todo -además del topetazo de la ballena y el escape milagroso de las fauces del petrolero- por las tormentas, los vientos de hasta 60 kilómetros por hora y las enormes olas que tuvo que afrontar en la zona del cabo de Buena Esperanza (extremo sur de África), donde temió por la integridad de su mástil. "Sin mástil, me hubiera quedado sin vuelta al mundo y sin récord. Pero uno se acostumbra a todo. Al principio fue duro, pero uno acaba adaptándose", precisó.
Fue precisamente la rotura del palo mayor lo que impidió que otro australiano de 18 años, David Dicks, consiguiera la proeza que Martin concluyó el domingo. Dicks dio la vuelta al mundo en 1996 y llegó a la ciudad de Perth 25 días antes que el nuevo recordman, pero su travesía no pudo ser homologada, ya que, cerca del cabo de Hornos (en el sur de Chile), una tormenta acabó con su mástil y debió recibir ayuda de un buque de la Armada británica para poder continuar su viaje.
Martin, que llegó a Melbourne con el rostro bronceado, tras interminables horas al sol, y una larga melena rubia, fue recibido por las adolescentes de su ciudad como un nuevo sex-symbol, y los centenares de periodistas que acudieron a la rueda de prensa pensaron si en realidad no estaban, más bien, asistiendo al lanzamiento del nuevo disco de una estrella de rock.
"Todo esto es bastante increíble. Yo soy una persona normal, no sé por qué están todos ustedes aquí", dijo Martin a los periodistas en otro intento por normalizar su tarea. El joven confirmó, sin embargo, que sus aventuras aún no han terminado y que tiene planeado, por ejemplo, viajar junto a su padre en el Lionheart hasta Fiyi, dentro de unas semanas, pero que por ahora no intentará dar otra vuelta al mundo. "Hay otras cosas interesantes por hacer. La Antártida, por ejemplo", sugirió el joven ermitaño, que también anunció que no recuperará el año de clases que perdió por la travesía: "La escuela se ha terminado para mí, es muy difícil".
Preguntado sobre por qué los australianos son tan dados a la navegación planetaria en solitario, Martin respondió, secamente: "Somos raros. Y además somos tipos más duros que los europeos", sentenció.
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