"Me interesa más el contraste que el consenso" RAMÓN DE ESPAÑA
Pregunta. Parece que aún te quedan algunos flecos de tu etapa al frente de la Tàpies. Lo digo por la exposición de Colemann, de la que eres comisario.Respuesta. Bueno, yo la puse en marcha y yo tengo que terminarla. Es normal. Y te recomiendo que vayas a verla: es un tipo que no te pone las cosas fáciles, pero que si entras en su mundo está muy bien.
P. Se te veía muy feliz en la Tàpies. ¿Por qué te metiste en este fregado de dirigir el Macba? Hay que dar explicaciones a mucha gente, ¿no?
R. La Tàpies se había convertido para mí en algo muy parecido al paraíso. Me trataban bien, podía hacer lo que quisiera. Estaba tan a gusto que la cosa empezaba a ser irreal. Supongo que me apetecía meterme en algo con más connotaciones sociales, políticas y, para qué negarlo, también éticas. Además, llevaba nueve años en la Tàpies y cada nueve años tengo que cambiar de vida. ¿Te acuerdas de aquella película de Marilyn Monroe, La tentación vive arriba? El título en inglés era The seven year itch, algo así como la La picazón de los siete años. Pues bueno, a mí cada nueve se ve que me pica algo y me obliga a cambiar de trabajo o de ciudad.
P. ¿También estuviste nueve años en Estados Unidos?
R. Precisamente. Me casqué toda la era de Reagan y un poquito de la de Bush.
P. ¿Cómo fuiste a parar allí?
R. Siempre había querido estudiar en Estados Unidos. Soy un hombre que ha llegado donde ha llegado, si he llegado a alguna parte, gracias a las becas. Estudié Historia del Arte en la Universidad de Valencia con becas. Y a la hora de salir de España lo hice gracias a una Fulbright.
P. Deduzco que en tu casa no había un duro.
R. Deduces bien. Mi padre era albañil y mi madre trabajaba en las naranjas. Ellos querían que yo fuera maestro, pues ese oficio les parecía el colmo del bienestar y del descanso: ¡tres meses de vacaciones! Ahora me paso la vida enviándoles recortes de prensa para que vean que me lo he montado, más o menos. Pero me temo que siguen prefiriendo que me hubiera dedicado al magisterio.
P. ¿Dónde viven?
R. En mi pueblo natal, Burriana, provincia de Castellón. El único lugar del mundo en cuya iglesia hay una estatua en homenaje a un aborto. Concretamente, al que sufrió doña Violante de Hungría.
P. De Valencia a Nueva York sin pasar por Madrid o París; fuerte, ¿no?
R. Tú dirás. Además, no sabía ni papa de inglés. Lo aprendí sobre la marcha y acabé escribiendo artículos en revistas norteamericanas, pero a la hora de pedir la beca tuve que echarle bastante cara dura... Primero estuve en Yale y luego me trasladé a Nueva York. Yale era un paraíso y Nueva York era el mundo real, o sea, que ya entonces hice lo mismo que ahora al pasar de la Tàpies al Macba.
P. ¿Echas de menos Nueva York?
R. A veces sí. Es un sitio tan diverso que si una parte de la comunidad te aburre siempre puedes refugiarte en otra. Eso es imposible en Barcelona, donde todo el mundo se parece mucho. Debe de ser cosa del consenso ese del que se habla constantemente. La verdad es que a veces me gustaría ver algo más de contraste y algo menos de consenso en esta sociedad.
P. No seas aguafiestas. Con lo bien que vivimos en el oasis catalán.
R. Una vez leí una encuesta según la cual el 90% de la población estaba muy satisfecho con la situación social, política y demás. Grave, ¿no? Tengo la impresión de que esta sociedad está demasiado autosatisfecha sin tener muchos motivos para ello. En el campo artístico, es triste reconocerlo, pintamos muy poco a escala internacional.
P. ¿Cómo se soluciona eso?
R. Personalmente, lo único que puedo hacer es intentar construir una colección del Macba que sea original y competitiva. No se pueden comprar cuadros porque son de tal o cual artista. Hay que tener las piezas que te hagan necesario internacionalmente, que te hagan entrar en el circuito museístico y que te hagan especial. No sabes lo complicado que es la política de préstamos. Hay que tener las piezas que tengan un valor de canje. Para mí la colección del Macba ha de ser realmente contemporánea, no puedes irte más allá de los años cuarenta. Y, sobre todo, debe constituir una cierta reconstrucción de la memoria reciente...
P. Aquí lo que nos gusta es el siglo pasado. Fíjate en la reconstrucción del Liceo.
R. La diferencia entre nuestros burgueses y los norteamericanos radica en que los unos miran al pasado y los otros al futuro. También es verdad que aquí las clases dirigentes no se renuevan. Me explicó un día Félix de Azúa que en Cataluña, la población se ha renovado, gracias a la inmigración, en un 60%. Pero que las clases dirigentes sólo lo han hecho en un 20%.
P. Yo creo que aquí lo de ser socialista o convergente es sólo un capricho estético. Lo importante es que tu apellido se remonte a varias generaciones de patricios locales, lo que no es tu caso ni el mío. ¡Somos unos parvenus, Manolo!
R. Asómate a la ventana y verás auténticos parvenus. Chavales con monopatín, tipos que pasean el pitbull asustando a los turistas. Ya les puedes colocar un museo en las narices, que les da igual. Y supongo que hacen bien. Tratar con ellos también es parte de la realidad, ¿no? Aquí lo de la gentrification no acaba de funcionar, y me parece bien.
P. ¿Gentri... qué?
R. Es el término anglosajón para la rehabilitación de barrios. Consiste en colocar equipamientos culturales en lugares degradados, sustituir a la chusma por yuppies, elevar el precio de los alquileres... Lo que hicieron los neoyorquinos con el Last Village. Pero aquí no va a ser tan fácil. ¡Aquí aún planea la alargada sombra de Jean Genet! Lo que también me parece muy bien.
P. Para sombras, la de Thomas Krens. ¿Qué te parece lo que ha hecho al frente del Guggenheim?
R. Krens es un hombre que se da cuenta de que el mundo del arte cambia brutalmente a partir de los años sesenta y que, por tanto, han de cambiar las maneras de relacionar el arte con el público. Lo malo es que aplica sus conocimientos de la forma más equivocada posible, en el terreno moral, que es también la más rentable en el campo económico. Krens concibe los museos como la alternativa natural al centro comercial, y te monta exposiciones como la de las motos. Quitándoles, además, cualquier componente sexual.
P. Igual hay que caminar hacia un arte inocuo que propicie el consenso.
R. Lo dicho; me quedo con el contraste.
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