El rebelde
Eddie Irvine vive en el caos. Lo previsible es imposible en él. Cada cosa que acomete, cada actitud que toma, responde a unos cánones absolutamente inhabituales en un mundo tan matemático, metódico y estudiado como el de la fórmula 1, en el que vive. Su presencia en la élite del automovilismo mundial supone un regreso a las estrellas más erráticas y menos convencionales de antaño.Cumplirá 34 años el 11 de noviembre y puede que lo haga ya como nuevo campeón mundial de F-1 -eso dependerá del resultado que se haya dado la pasada madrugada en Suzuka-. En cualquier caso, Irvine ya comenzó las celebraciones antes incluso de que se corriera el gran premio. Entre 1991 y 1993 vivió tres años en Japón, cuando corría en la F-3000, y se convirtió en el terror de las aficionadas japonesas. Es un gran conocedor y amante de la vida nocturna. Los días previos a la carrera de Japón huyó de concentraciones -tal como hacía Hakkinen- y se relajó tomando algunas cervezas. "No siento ninguna presión especial", comentó. "Ahora mismo tengo muchas otras cosas en las que pensar".
Aunque nació en Irlanda del Norte y tiene residencia en Dublín, Irvine vive instalado en un piso de 230 metros cuadrados cerca de la estación central de Milán. Es uno de los habituales de los lugares de moda y de los restaurantes más entrañables. "Pero sólo cuando no tengo entrenamientos", argumenta.
Es un amante de los barcos, y posee uno; de la música rock e irlandesa, y toca la guitarra; pero sobre todo tiene dos pasiones: las mujeres y la bolsa. Es un lector habitual de Financial Times y sigue las evoluciones de la bolsa en la cadena de televisión Sky News.
Su novia actual se llama Anouk y es una modelo holandesa. Anouk acude a los circuitos de forma esporádica. Pero otra mujer, su hermana Sonia, un año mayor que él, le sigue a todas las carreras y se ocupa de su preparación física.
Sus inicios en la F-1 fueron tan explosivos como el resto de su carrera. "¡Vaya comienzo tuve!", recuerda ahora con cierta sorna. "Choqué con Senna en mi primera carrera, me la pegué en la segunda, destrocé cuatro coches en la tercera y fui sancionado en la cuarta. La gente pensaba que era un chiflado".
Sin embargo, aquel chiflado demostró ser un piloto fuera de serie desde que convirtió un volante en el centro de su vida. Y logró debutar en el Mundial de F-1 en 1993, en Jordan-Hart. Hasta la fecha lleva disputados 96 grandes premios, y ha logrado cinco victorias, cuatro de ellas esta temporada.
En 1995, un año antes de fichar por Ferrari, invitó a Schumacher a tomar una cerveza en Australia. Cuando el alemán declinó la invitación, Irvine replicó: "¿Por qué, no?, ¿estás embarazado?". Y cuando Schumacher perdió el título tras lanzar su coche contra el de Villeneuve en Jerez en 1997, Irvine reflexionó: "Honéstamente, creo que todos hubiéramos deseado hacer lo mismo; pero quiero pensar que yo lo habría hecho mejor". Ahora, puede que ya le deba el título al alemán.
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