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Reportaje:

Renace una universidad clandestina

El rector de Pristina pretende que la institución integre por igual a serbios y albanokosovares

Zejnel Kelmendi es el rector de la Universidad de Pristina, en Kosovo, y recorre Europa buscando ayuda para reconstruirla. No sólo ayuda material, sino también modelos de funcionamiento que permitan la convivencia de albanokosovares y serbios en la misma institución, aunque los segundos, de momento, brillen por su ausencia. En este periplo visitó ayer Barcelona y estará hoy en Valencia, invitado por el Institut Joan Lluís Vives, que agrupa a la práctica totalidad de las universidades del ámbito lingüístico catalán.La Universidad de Pristina tenía unos 30.000 alumnos cuando, en 1989, el líder serbio Slobodan Milosevic derogó la autonomía de la provincia de Kosovo y, entre otras medidas segregacionistas, impidió el acceso de la mayoría albanokosovar a los estudios superiores. Pero la sociedad se organizó y, a lo largo de esta última década, el movimiento cívico de resistencia no sólo se dotó de un Estado paralelo, sino que también creó una universidad en la clandestinidad, en la que las clases se impartían en casas particulares.

En estas circunstancias, Kelmendi, cirujano de profesión, fue decano de la Facultad de Medicina. Sus estudiantes, por ejemplo, tan sólo podían adquirir conocimientos teóricos, porque tenían vetada la entrada en los hospitales. Hacer prácticas les suponía trasladarse a la vecina Albania, donde el nivel era inferior, o sumarse a la diáspora. Pero la fuerza de esta administración clandestina era inmensa: la universidad paralela llegó a contar con 17.000 alumnos, una cifra similar a la que ha iniciado este curso.

"Lo que vivimos ahora es una situación de posguerra", explica Kelmendi, "no hay todavía estadísticas definitivas sobre la amplitud de las matanzas, y esto es algo que pesa mucho sobre Kosovo, que vive una situación de falta de una definición precisa. En lo que concierne a la universidad, por ejemplo, hay que tener en cuenta que una de las facultades está bloqueada por los serbios en Mitrovitza, así como algunas escuelas superiores. Nos hemos encontrado con grandes destrozos en los edificios, particularmente en los laboratorios. La informática también esta hecha añicos y faltan puertas y ventanas. También están destruidas las residencias de estudiantes".

La primera tarea a la que se aplicaron tras la entrada de la fuerza multinacional fue la limpieza de los edificios. "La Kfor los limpió de minas y luego entramos y encontramos gran cantidad de armamento. En el departamento de ginecología, por ejemplo, había montones de fusiles Kaláshnikov, granadas de mano y cartuchos de dinamita. En los despachos de los profesores, uniformes militares hasta el grado de coronel. Lo primero ha sido arreglar los tejados de los edificios, las puertas y las ventanas. Luego viene la reconstrucción académica y los planes de estudio, y, finalmente, las necesidades materiales. Los profesores de la universidad no cobran su sueldo desde hace siete meses".

Kelmendi es muy crítico con la administración de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK), a la que recrimina no haber hecho nada por la universidad ni tampoco por la enseñanza en general. Pero enseguida desvela el conflicto de fondo: "Me cuesta bastante entender la actuación de la UNMIK, que pretende crear dos universidades paralelas en Kosovo. La postura de la Universidad de Pristina es tajante y definitiva: tiene que haber sólo una universidad, abierta a todos, donde no exista ningún tipo de discriminación. Debe ser autónoma y permanecer al margen de la política".

Sin embargo, reconoce Kelmendi, todos los profesores serbios han abandonado Kosovo y este curso no se ha matriculado ni un solo estudiante serbio. "Pero no puede decirse que esto será así en el futuro", añade, "es todavía muy pronto para saber lo que pasará. Deben producirse cambios en Serbia, por ejemplo, en lo que concierne a la propaganda del régimen, que viene de lejos, que insiste en que están ocurriendo cosas horribles en Kosovo, lo que no tiene que ver nada con la realidad. Por eso es normal que la población serbia se niegue a llevar a sus hijos a la Universidad de Pristina. Es difícil superar los odios que se han creado, pero con el tiempo se arreglará y tendrán todas las facilidades para estudiar en su propio idioma, igual que hace 10 años, cuando los profesores albanokosovares enseñaban a los estudiantes serbios, y viceversa, y no nos planteaba ningún problema". En este sentido, explica Kelmendi, "la universidad catalana representa para nosotros un factor de integración, y no de separación".

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