Bécquer, el rigor y el amor
El pasado 26 de mayo, los autores de este artículo dimos a conocer nuestra edición de un desconocido relato de Bécquer, Unida a la muerte (Algaida, Sevilla, 1999), publicada por primera vez en diciembre de 1929, como número 6 de la colección El cuento azul, y no incorporada a ninguno de los intentos de obras completas de este autor; tampoco rechazada ni discutida por nadie hasta el momento de nuestra reedición. Es decir, prácticamente desconocida por la comunidad científica, hasta ahora.Nuestro estudio introductorio es el resultado de una muy amplia y fatigosa investigación de cerca de dos años, intentando desvelar las claves de tan curioso enigma, y conscientes desde el primer momento de que íbamos a encontrarnos con una severa resistencia por parte del mundo académico, a pesar de que hace tiempo se sabe que el edificio becqueriano está construido sobre cimientos muy débiles.
Efectivamente, no pasaron ni 24 horas cuando el poeta Rafael Montesinos declaraba a Radio Nacional, en el programa El ojo crítico, que dicha leyenda era una falsificación de Iglesias Figueroa, entre otras. declaraciones que ratificó, ampliadas, al diario EL PAÍS, que las recogió íntegras en su edición de Andalucía del 28 de mayo. He aquí lo más importante de cuanto manifestó Montesinos: "En 1970 yo publiqué un ensayo larguísimo en la revista Ínsula en el que demostré con una tabla de correspondencias todo lo que había falsificado Iglesias Figueroa". (El subrayado es nuestro).
"El Cuento Azul es para ponerlo en cuarentena entero". "No son de Bécquer las leyendas La fe salva, La voz del silencio, como tampoco es la novena Carta desde mi celda". Estas declaraciones causaron el natural impacto en la opinión pública, por venir de quien venían, y de hecho algunos periodistas y otras personas dieron por perdida nuestra causa. No hablaremos del daño que se causó también a la promoción del libro.
Nosotros mismos nos sentimos estupefactos, pero por todo lo contrario: porque no se puede decir mayor cantidad de incongruencias extrañas a la verdad en tan breve espacio como utilizó nuestro oponente. Pero lejos de responder con la misma irreflexiva prontitud que él (que lo hizo antes de conocer nuestro estudio), decidimos tomarnos un tiempo para revisar nuestras conclusiones, ampliarlas en lo posible, y esperar a ver qué decían otros becqueristas e investigadores.
La mayoría de los consultados se muestran todavía prudentes (ver EL PAÍS, edición de Andalucía del 8 de julio), aunque con distintas inclinaciones, y aún tardaremos en tener opiniones más fundadas; es perfectamente comprensible. Pero transcurrido ya este tiempo, en el que nosotros hemos seguido buceando en hemerotecas, bibliotecas, y dialogado con otros expertos, ya nos parece suficiente para hacer un nuevo balance de la situación.
Las afirmaciones de Rafael Montesinos no se sostienen ni por sí mismas ni en contraste con la realidad. Veamos: dice este autor que en su artículo de 1970 desmontó todo lo que había falsificado Iglesias Figueroa. Ocurre, sin embargo, que en dicho artículo no dice absolutamente nada de Unida a la muerte. Tampoco en el resto de su obra dedicada a nuestro poeta.
La conclusión es bien sencilla: Montesinos ignoraba por completo la existencia de esta leyenda, como muchos otros, antes de ponerla nosotros en circulación. De lo contrario, habría que pensar que silenció voluntariamente lo que sabía sobre tamaña "impostura", cosa bien rara en un investigador que, en cambio, sí dedica extensas consideraciones a refutar textos mucho más breves.
Quizás en el momento de sus declaraciones le faltó valor para reconocer su laguna, por otro lado nada extraordinaria, como vamos viendo. A veces el amor ciega también la sinceridad. Pero en estas cuestiones tan delicadas antes que el amor está sobre todo el rigor. En cualquier caso, no es cierto lo que dijo.
A continuación añadió: "El Cuento Azul es para ponerlo en cuarentena entero". Sucede que esta colección, que alcanzó los 46 títulos, incluye obras de, entre otros, Pedro A. de Alarcón, Blasco Ibáñez, Palacio Valdés, Leopoldo Alas, Clarín, Felipe Trigo, Juan Valera, Pereda, Alejandro Dumas, Gorki, Dostoievski...; algunas muy conocidas, como El clavo, Pipá, El pájaro Verde, y otras raras o muy raras, como la que nos ocupa; combinación que sería algo así como el estilo de la colección.
¿Todo eso hay que ponerlo en cuarentena? Es evidente que Montesinos se refería a otra cosa, que no sabemos lo que es. Pero si es verdad que en el momento de hacer sus declaraciones tenía el libro que nos ocupa en sus manos, como también aseguró, no entendemos a qué tan absurda descalificación de obras y nombres tan significativos de la literatura española y extranjera, algunos de los cuales aparecen anunciados en esa misma edición.
Pero todo esto no es nada comparable con lo que viene ahora. Siempre, según Montesinos, la carta IX Desde mi celda también es falsa. Aquí nuestra sorpresa se convirtió en estupor sin límites. Y a todos los especialistas que hemos consultado sobre este extremo les ha pasado lo mismo. Siempre habíamos creído que falsa era la carta X, fabricada, cómo no, por el tan socorrido Iglesias Figueroa, y así lo afirma el propio Montesinos en su artículo de 1970. ¿Pero la IX?
La IX se publicó en El Contemporáneo el 6 de octubre de 1864, en vida del poeta. ¿De dónde se habrá sacado don Rafael semejante "descubrimiento"? Pues muy sencillo: de que esa carta lleva una dedicatoria, "A la señorita M. L. A", idéntica a la que lleva Unida a la muerte. Y claro, si la carta IX es otra fechoría del pobre Figueroa, Unida a la muerte también. Qué casualidad.
Ahora bien, lejos de irritarnos tan sospechosa novedad, créannos que hoy nos sentimos muy agradecidos a nuestro intempestivo adversario, pues sin darse cuenta nos ha suministrado él mismo una prueba irrefutable de que la leyenda en cuestión no pudo escribirla Iglesias Figueroa. La razón es bien simple y de pura lógica: Unida a la muerte lleva también una Nota Preliminar, donde se dice: "La dedicatoria a la señorita M. L. A coincide con la de la última Carta desde mi celda". Si Iglesias Figueroa hubiese escrito esto al frente de su presunta fechoría habría dicho "con la de la penúltima carta...", pues para él había otra, la X, que desde luego no lleva dedicatoria alguna. Miren qué fácil es desmontar un "desmontaje".
Conviene en este punto dejar muy claro que no existen otros falsificadores conocidos de Bécquer a quienes endosarles cualquier cosa, y que tampoco son tantas las atribuciones indebidas, quitando las cinco o seis a las que se refiere Montesinos, y que probablemente habrá que revisar algún día. Luego, ¿si Unida a la muerte no pudo escribirla Figueroa, quién sino el propio Bécquer pudo hacerlo? Gamallo Fierros, un becquerista muy solvente, reconocido por todos, afirmó que los amigos de Bécquer, al preparar la edición príncipe del atormentado poeta sevillano, en 1871, "dejaron al margen un amplio, interesante y rico sector de la obra becqueriana, constituida por relatos fantásticos". Más claro, y más fantástico que nuestro texto, imposible. Está, además, la extensa batería de cotejos textuales, léxicos y sintácticos de todo tipo, que hemos realizado, principalmente en comparación con El caudillo de las manos rojas, escrita por la misma época, y con el Hamlet de Bécquer. Cualquiera puede consultarlos en nuestra edición, y asombrarse con nosotros.
He aquí algunas, que ofrecemos a los lectores no advertidos hasta hoy (la primera de cada par corresponde a El caudillo..., y la segunda a Unida a la muerte): "El salvaje grito de los cóndores/las aves de rapiña lanzan gritos salvajes; después de vagar errante por la inmensidad del vacío/dejaba vagar su mirada errante sobre las olas de un azul sombrío; Caudillo, reclina tu frente sobre mi seno/ven, reclina tu cabeza en mi seno". Y así muchas más, junto con estructuras sintácticas idénticas, ausencias características y multitud de rasgos estilísticos medidos con ordenador y a mano.
Pero, a pesar de todo eso, quien no quiera verlo no lo verá. Porque el problema es otro bien distinto, y es de naturaleza ideológica, política, y académica, como pormenorizamos también en nuestro estudio, y seguimos verificando y ampliando con nuevas investigaciones en curso. Por resumir, también para los lectores no avisados, estamos ante un texto donde se establecen claros elogios de la cultura y la religión musulmanas, se vierten opiniones favorables a la libertad, a la justicia social y a la igualdad entre todos los seres humanos; se roza el tema del incesto, todo ello muy en consonancia con las propuestas más radicales del Romanticismo a lo Byron, y que chocaban frontalmente con el romanticismo domesticado y melifluo del pensamiento reaccionario español, en el que por necesidades vitales se tenían que mover Bécquer y su hermano.
En esos años, 29-30, la polémica en torno a la verdadera esencia del Romanticismo estaba muy en su apogeo (Julián Besteiro pronunció una muy sonada conferencia el 4 de enero de 1930, donde venía a demostrar que Socialismo y Romanticismo son mucho más compatibles que Romanticismo y Conservadurismo).
Tal vez unas palabras de Rafael Alberti, que acabamos de encontrar en nuestras investigaciones, en una entrevista concedida a El Heraldo de Madrid, el 30 de enero de 1930, aclaren mejor que nada de qué estamos hablando. Cuando al joven poeta se le pregunta por los autores que han influido en él, reconoce el influjo de Bécquer, y dice: "Lo de Bécquer sorprenderá a muchas personas. Pero es que Bécquer ha tenido la desgracia de caer en manos de la peor gente". Y un último detalle curioso: En el diario El Sol, el 18 de diciembre de 1929 se publica un anuncio muy destacado de nuestra leyenda, como importante novedad que la editorial ofrece en prueba de la seriedad y la originalidad que promete El cuento azul. ¿Qué editor tan loco hubiera hecho basar el prestigio de una colección naciente en un gatuperio como el que se dice que es Unida a la muerte?
Estamos ante un texto donde se establecen claros elogios de la religión musulmana
Antonio R. Almodóvar es catedrático de Lengua y Literatura y Félix Morales es profesor de Lengua y Literatura.
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