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Catalanas

VICENT FRANCH

Ciñéndome al estricto ámbito valenciano que se le supone a esta columna me limitaré a recoger algunas reflexiones valencianas a propósito de las elecciones autonómicas catalanas cuyo sexto Tour ha ganado por la mínima Pujol, y dejarlas anotadas para las agendas de las izquierdas valencianas. Si con el concurso de Maragall, un político de prestigio y con tirón notable al menos en Barcelona y en su entorno, más la suma de las siglas de IC-V en tres de las cuatro circunscripciones catalanas a las del PSC, la cosecha de diputados obtenidos por el PSC e IC-V quedó cuatro por debajo de los obtenidos por CiU, y teniendo en cuenta que CiU no sólo estaba ya cinco legislaturas en el gobierno catalán, sino que venía de dos episodios electorales -las generales del 96 y las municipales del 99- donde quedó malparada, imaginémonos qué le puede ocurrir al PSOE valenciano (ahora ya sin el eufemismo adosado del PSPV) si concurre sólo a las elecciones generales de marzo y ha de enfrentarse a un PP fuerte y electoralmente muy distanciado.

Si IC-V tuvo que sumarse al PSC en tres circunscripciones y apenas si retuvo algo más de una cuarta parte de los votos que obtuvo en las anteriores autonómicas catalanas en la circunscripción de Barcelona, es fácil preguntarse, y responderse, en qué situación está la EU valenciana a pocos meses de las generales y con las graves pérdidas que sufrió en las autonómicas y municipales de junio. Quizás por ello, y adelantándose a los acontecimientos, EU le ofrece al PSOE de aquí un acuerdo para el Senado de todas las fuerzas progresistas, de la izquierda en su conjunto para intentar invertir los resultados en el Senado en el conjunto del País Valenciano (9 para la izquierda, 3 para el PP).

Pero con sólo el concurso de EU y del PSOE, y sin un Maragall que airear en la cabeza del cartel, y, desde luego, sin la suma de candidatos que añadan prestigio a las maltrechas vitrinas electorales de los dos partidos, no se puede obtener el avance que espera Almunia para marzo. Para ello sería menester, además, que el acuerdo se ampliase a las listas del Congreso, de manera que en las circunscripciones de Alicante y Castellón la tradicional esterilidad del voto a EU sirviese para conseguir un diputado de EU, y otro, u otros dos para el PSOE.

La única operación matemática que asegura mayoría en el Senado y aumento de diputados para el PSOE, y, quizás, un diputado para cada una de las otras dos opciones concurrentes, es la coalición de PSOE, EU y BNV-V en las tres circunscripciones valencianas para las dos cámaras. Hablo, claro está, sólo de números, pero también de la angustia a la que se enfrentan, de concurrir en solitario, tanto EU cuanto el BNV en unas elecciones que, de todas maneras, van a ser de alta polarización.

Porque nada hace suponer que de concurrir EU en solitario obtenga ningún diputado en Valencia, descontado que en Alicante y Castellón es imposible. Y, desde luego, y como ocurre tradicionalmente, si el BNV pierde en todas las elecciones generales hasta un tercio de los votos que obtiene en las precedentes autonómicas, ni siquiera resulta recomendable por mor de algún purismo impolítico ir de nuevo a la derrota y no aprovechar la coyuntura política para estar en las Cortes y afrontar los retos del 2003 con altavoces parlamentarios en Madrid.

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