EL PROBLEMA DEL AGUA Andalucía ya no puede esperar
Para el andaluz que al finalizar el siglo XX, en los albores pues del tercer milenio, intente emprender la problemática del agua en su comunidad no puede sentir sino una profunda perplejidad.Todos sabemos que sin agua Andalucía no puede desarrollarse ni social ni económicamente y que sectores tan vitales como son el abastecimiento a poblaciones, la agricultura, el turismo, la industria, el nivel de empleo o el mantenimiento del patrimonio medioambiental tienen su futuro comprometido de forma inmediata a la disponibilidad del agua.
Y también sabemos que nuestra tierra, en lo referente a su salud hídrica, no anda muy bien. Un síntoma de su enfermedad lo constituye el hecho de que después de tres años lluviosos -incluso con inundaciones catastróficas- y uno seco, las reservas de agua se sitúan ahora en un nivel preocupante, que hace que los andaluces, tanto del campo como de la ciudad, miremos angustiados al cielo en busca de unas lluvias salvadoras del caos económico social y medioambiental que supone la falta de agua.
Que en Andalucía se consume más agua de la que se dispone no es una novedad. Así, para hablar del agua en Andalucía siempre se ha partido de la consideración de su escasez. Es dato históricamente contante y plenamente válido en el momento actual, pese a que pueda llover copiosamente este otoño.
Y esta situación no debe perdurar. Andalucía necesita para mantener e incrementar su actual grado de desarrollo equilibrar de forma urgente y decidida las necesidades que tiene de agua mediante las infraestructuras existentes y las proyectadas y viables así como con una administración coherente y eficiente concentrada y regida por la idea del concierto.
Puesto que la competencia sobre la planificación, administración y regulación de las cuencas hidrográficas situadas sobre el territorio andaluz la tiene el Gobierno central, es a éste a quien corresponde dar las soluciones y llevar a cabo las actuaciones necesarias para superar las situaciones de falta de agua ya sean crónicas o fruto de una sequía.
Y la solución al problema hídrico andaluz y el de todo el Estado radica obviamente en asignar cantidades simbólicas en los Presupuestos Generales del Estado para ejecutar actuaciones más o menos emblemáticas o por debatir políticamente quién es el competente o el incompetente. Con respecto a Andalucía y a los andaluces, la solución se ha de basar necesariamente en unas actuaciones planificadas en el tiempo que den una respuesta a un problema permanente: el Plan Hidrológico Nacional.
Éste es el instrumento que el Gobierno debe utilizar como herramienta para plasmar y dar a conocer al país cuál es su visión y posicionamiento ante los problemas hídricos de la nación, identificando los conflictos, señalando las soluciones, los plazos, las actuaciones concretas...
El propio presidente del Gobierno, consciente de la necesidad de solucionar los conflictos del agua en España, manifestó en su debate de investidura que en un plazo breve haría lo no hecho en 13 años en cuanto al Plan Hidrológico Nacional. Un año después, en 1997 en el transcurso del debate sobre el estado de la Nación, informó que se despejaba el camino hacia la aprobación del largamente esperado Plan Hidrológico Nacional.
Estamos acabando una de las legislaturas más largas de la historia de la democracia y no se va a cumplir el compromiso adquirido por el Gobierno de presentar el documento que aborde y solucione el conflicto del agua y para Andalucía no se va a tratar de un incumplimiento más. Porque para los andaluces el agua es símbolo y expresión de vida y prosperidad y nuestro futuro depende de su disponibilidad.
Andalucía necesita saber qué papel debe jugar en el modelo económico social y territorial a que España debe responder según el actual Gobierno y para ello, puesto que el agua en la actual situación es un factor limitante, es necesario conocer cómo se van a solucionar nuestros problemas hídricos: ¿se van a hacer presas?, ¿cuándo?, ¿se van a hacer trasvases?, ¿se va a apostar por mejorar la gestión?..
El Gobierno no puede mantener más tiempo el bloqueo de decisiones sobre el agua. El debate, a falta de una política hidráulica claramente definida, está desbordando los planteamientos políticos tradicionales y el debate sobre el agua está acaparando la atención pública implicando a diversos sectores sociales. Esto se traduce en enfrentamientos y conflictos, a veces estériles, y movilizaciones sociales.
Por su parte, el Gobierno autonómico andaluz, pese a que sus competencias y margen de actuaciones actuales en materia de aguas son bastantes limitadas en relación con la magnitud del problema planteado, tiene la responsabilidad de facilitar, mediante el diálogo y colaboración con el Gobierno de la nación, que se adopte un compromiso con Andalucía que permita el desarrollo regional equilibrado y que esta tierra goce de un equilibrio económico adecuado y justo en relación a otras partes del territorio español.
Ya no es posible seguir demorando la toma de decisiones, Andalucía no se merece ni puede esperar más. El futuro de los andaluces no puede verse sujeto a pugnas partidistas ni a promesas electorales.
Con el futuro de Andalucía no se debe jugar.
JAIME PALOP PIQUERAS
Jaime Palop Piqueras es ingeniero de caminos.
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