El Madrid prolonga su sequía
Nuevo empate del equipo de Toshack, superado por un convincente Oviedo
Impresionado por la actuación de su equipo en el Camp Nou, Toshack ha decidido poner la suerte del Madrid en manos de sus delanteros. En los tiempos de la superpoblación en el medio campo, de la presión, de la cautela defensiva, el Madrid ha regresado a los alegres años del 4-2-4, con todo lo que eso significa: partidos efervescentes, generalmente descontrolados, vistosos, agradables para la hinchada (mientras gane el equipo, cosa que no sucedió ayer y que molestó a unos aficionados que no han visto ganar al Madrid en seis partidos). A cambio de regalar espacios en el medio campo, el Madrid utiliza su flota de delanteros como arma disuasoria. El Oviedo puede proclamar con todo derecho su autoridad en el centro del campo y hasta su mejor juego. Hizo más que lo suficiente para sacar el empate.El Madrid respondió al equilibrio del Oviedo con la pegada de sus delanteros, en este caso, Morientes y Savio, autores de dos goles eléctricos, sin elaboración previa, goles de delanteros caros. Más caro que ninguno es Anelka, jugador de clase que algunas veces parece en condiciones de justificar su costosísima adquisición. Arranca potente y altivo, y a uno le da por pensar en un Ronaldo refinado. Un pura sangre. Pero el chico tiene el aspecto de los futbolistas ciclotímicos, con una tendencia depresiva que le convierte en un doliente. El hombre no consigue marcar su primer gol y anda sometido a la duda metódica. En la jugada del primer gol reaccionó al pase de Roberto Carlos como un gran delantero: salió rápido, aprovechó el despiste de Onopko y enganchó el balón con elegancia e inteligencia. Sobre el control hizo el pase, aprovechado por Morientes.
REAL MADRID 2
OVIEDO 2Madrid: Illgner; Míchel Salgado, Iván Campo, Julio César, Roberto Carlos; Redondo; Geremi (Helguera, m. 80), Raúl (Seedorf, m. 68), Savio; Anelka y Morientes (Guti, m. 50). Oviedo: Esteban; Eskurza (Amieva, m. 59), Danjou (Óscar Álvarez, m. 78), Onopko, Boris, Rabarivony (Juan González, m. 34); Paulo Bento, Dubovsky, Pompei; Losada y Dely Valdés. Goles: 1-0. M. 11. Morientes, a pase de Anelka. 1-1. M. 27. Losada, tras fallos de Julio César e Iván Campo. 2-1. M. 28. Savio, de disparo desde fuera del área. 2-2. M. 84. Pompei sorprende de lejos a Illgner. Árbitro: Prados García. Amonestó a Eskurza, Geremi, Dubovsky, Savio, Danjou y Losada. Bernabéu, 70.000 espectadores.
Después de esa jugada podía esperarse un Anelka exuberante, por fin confiado, pero volvió a su estado depresivo. En cambio, Geremi ha llegado al Madrid en estado hiperactivo, con una vitalidad que da envidia, todo salud. A su alrededor se produce un debate que quedará atenuado por el tiempo, cuando se asiente en el equipo y se le pueda apreciar con perspectiva. Como jugador de acompañamiento resulta interesante, y a veces hasta interesantísimo. Potente, llegador, animoso, sin ninguna de las dudas que atenazan a Anelka, Geremi tiene una presencia enorme en los partidos. No hay duda de su efecto contagioso sobre el equipo ni de los problemas que puede generar en los rivales por su tremendo despliegue físico. Pero también hay aspectos que resultan cuestionables en Geremi. En su empeño por participar en cualquier jugada de ataque abandona su posición en el medio campo, que no es precisamente el lugar del campo más denso en su equipo. Tampoco da la impresión de ser certero en sus incursiones, o por lo menos no hay una relación directa entre sus abundantes llegadas y su efecto.
En cualquier caso, Geremi tuvo un papel beneficioso para el Madrid. Al menos en lo anímico, porque el equipo tuvo poco gas. El Oviedo se empleó con más firmeza, tanto cuando el Madrid jugó con el 4-2-4 como cuando lo hizo con el 4-4-2, variante que se produjo en el segundo tiempo. Si el Madrid confió en la calidad de sus delanteros -Savio cumplió un papel fundamental durante el primer tiempo-, el Oviedo aprovechó su mejor mecánica en el medio campo para tejer el juego y superar las líneas madridistas. Comprometió tanto al Madrid que el empate no sorprendió a nadie. El Madrid comenzó a flaquear y se quedó demasiado expuesto. Pompei, la gran estrella del partido, pasó a controlar todas las operaciones. El argentino obtuvo el premio que merecía: marcó el gol de la igualada -con la colaboración de Illgner- y dio a su equipo un empate que deja al Madrid en situación preocupante.
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