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Ortega, Pacheco y Rojas-Marcos cierran la crisis de la cúpula del PA con un pacto de no agresión

El secretario general dice en una entrevista que los andalucistas no son ya "un partido de dos"

El secretario general del PA, Antonio Ortega, el presidente, Alejandro Rojas-Marcos, y el vicepresidente, Pedro Pacheco, sellaron el pasado día 5 en un almuerzo un pacto de no agresión forzado por la proximidad electoral. La crisis de la cúpula andalucista, gestada meses atrás y en la que gravita la pugna por el control del partido, tocó fondo cuando el propio Ortega alertó al presidente de la Junta, Manuel Chaves, de la intención de Pacheco de romper el acuerdo de Gobierno para llegar a las urnas sin ataduras. En la comida, en palabras de uno de los comensales, los tres dirigentes "recompusieron sus lealtades".

La división andalucista se ha larvado con lentitud. Como en un rompecabezas, a los pequeños conflictos locales de siempre -reavivados con los pactos poselectorales-, se ha sumado ahora la nueva corriente que pretende poner fin a la dirección dual de Rojas-Marcos y Pacheco, y que impulsa el secretario general.Desde que comenzó la legislatura, Ortega, que es consejero de Relaciones con el Parlamento, ha ido construyendo su liderazgo en torno al cargo institucional, que, por otra parte, al apenas tener contenido, le permite dedicación completa al partido. El secretario general intenta acabar con los protagonismos locales y sepultar de una vez por todas lo que el mismo ha llamado en varias ocasiones "reinos de taifas".

Especialmente, el reino del alcalde de Jerez, actual cara del PA y cartel electoral, quien, además, hizo añicos la estrategia poselectoral andalucista de repartir a partes iguales los acuerdos entre PSOE y PP. Pacheco, con la frontal oposición de los también alcaldes gaditanos, sus enemigos crónicos Antonio Moreno (San Fernando) y Patricio González (Algeciras), inclinó la balanza en la Diputación hacia los socialistas y terció en el apoyo a Jesús Moratalla en Granada. Con Rojas-Marcos las relaciones fueron igualmente a peor al calificar de "descalabro" el resultado de Sevilla.

Tras las vacaciones de verano, Ortega dejó de ocultar su aspiración a relevar a Pacheco en la candidatura a la Junta en el 2004. El jerezano interpretó esta maniobra como una zancadilla, en la medida que la postulación pública de Ortega mengua sus posibilidades de éxito frente al adversario.

A partir de aquel momento, ambos dirigentes iniciaron una guerra abierta, con advertencias y mensajes cifrados a través de los medios de comunicación. El sector de Antonio Ortega atribuye a Pacheco un papel determinante en la crisis de Sevilla, en la que se mezclan, a su vez, los intentos de acceder a la secretaria general del alcalde de Écija, Julián Álvarez, y las rencillas de la secretaria provincial, María del Mar Calderón, con su antiguo mentor, Alejandro Rojas-Marcos.

Ruptura del pacto

La guinda al conflicto, que cada vez era más visible y perjudicial para la imagen electoral del partido, surgió el martes 28 de septiembre. Pacheco se había mostrado internamente partidario de deshacer, de común acuerdo con el PSOE, el pacto de Gobierno, al entender que el gesto le fortalece como candidato. El secretario general, contrario radicalmente a la ruptura, cortó de un plumazo cualquier capacidad de maniobra de Pedro Pacheco al trasladar en la citada fecha a Chaves la postura de su compañero, a la vez que le aseguró la estabilidad hasta el final. Ortega dijo al socialista que la excusa que quería utilizar el alcalde era la ley de Cajas. Un día después, lo hizo el propio Rojas-Marcos, quien acudió a San Telmo para tratar con el presidente un asunto del metro.

Las relaciones se enconaron más. El secretario general se desplazó incluso a Jerez para intentar templar los ánimos. Finalmente, Rojas-Marcos, Pacheco y Ortega lograron "recomponer sus lealtades" en un almuerzo, celebrado en un restaurante sevillano, el martes, día 5. Según fuentes de los comensales, la comida fue una especie de catarsis, en la que, no obstante, quedó claro un nuevo equilibrio a tres, que, al menos, se mantendrá hasta las elecciones.

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