El clásico aviva la Liga
El clásico sólo dejó buenas noticias para el fútbol, salvo para el colectivo arbitral, un estamento aún arcaico que confunde la modernidad con la tontería o lo superfluo, repleto de colegiados que, contra natura, aspiran a tener el mismo protagonismo que los jugadores. Tuvo suerte Díaz Vega con el resultado y la naturalidad con la que lo asumieron unos y otros, a excepción de ciertos dirigentes, empeñados como los árbitros en decir tonterías para atraer a los periodistas. El primer plano quedó reservado a los jugadores, que ofrecieron un duelo precioso que estimula a la hinchada y alimenta el debate.Le conviene a la Liga recuperar la disputa, su carácter incierto, de aventura. Los campeonatos más celebrados han sido normalmente los que más han costado. El Barça necesita tanto del Madrid como el Madrid del Barça para autoafirmarse. Cuando uno de los grandes encadena un título tras otro, hay un momento en que no se sabe cuánto hay de su parte y cuánto de abandono del rival.
Por el partido del miércoles, el Madrid parece dispuesto a competir con el Barça. Junto al Arsenal, el equipo de Toshack ha sido el único que se ha atrevido a disputarle la pelota en su feudo y a ponerle en la duda existencial: jugar con tres o cuatro defensas. Con la alineación de Cocu como segundo central, el Barça no sólo no tuvo contundencia atrás, sino que perdió equilibrio en la banda izquierda, donde Sergi y Rivaldo quedaron a la intemperie ante Geremi, y provocó una gran distanciamiento entre líneas. Le faltó densidad a la divisoria, mermada por el juego individualista de Luis Enrique y Zenden. Ronald de Boer y Litmanen aparecen hoy como jugadores desaprovechados y difíciles de ubicar si Van Gaal no renuncia a un defensa a cambio de un medio, para jugar con un 3-4-3, el modelo ajacied en el que se inspira justamente el Barcelona desde que llegó Cruyff y con el que no parecen estar muy cómodos los jugadores, más amantes del 2-3-2-3 del miércoles. Reivindicadas las individualidades, le fallan los acompañantes, jugadores al estilo de Celades o Eusebio, que en su día tuvieron un peso decisivo en el equipo.
La grandeza del Barça estuvo en que aceptó el desafío del Madrid y le enfrentó con nobleza, de lo que se desprende que el equipo de Toshack jugó como nunca. El Madrid aprendió que atacando cuesta menos defender. La alineación de Raúl-Morientes-Anelka-Savio, un cuarteto intimidador en cualquier parte, dejó en segundo plano a la zaga, Michel Salgado-Iván Campo-Julio César-Karanka, atribuible o propia de un equipo más corriente.
Frente a la autodestrucción de años anteriores, en que futbolistas como Hierro y Roberto Carlos se eliminaron, el mérito de Madrid estuvo en su actitud, su atrevimiento, simbolizado en Geremi, quien por encima de cualquier cosa tenía ganas de ganar. Recuperado el carácter, el Madrid dispone de plantel para pelear por la Liga y entrar después en debates tácticos como el que vive el Barça entre la abundancia. Viene la Liga bonita.
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