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CIGARRA

El guardián de la cueva

El verano tiene su eterna e inconfundible canción en nuestro recuerdo: el extraordinario sonido que emiten los machos de las cigarras. Estos curiosos insectos, parecidos a lo que podríamos comparar con una mosca goda con el cuerpo endurecido por la quitina, viven sobre todo en las zonas tropicales del planeta, donde algunas especies llegan a alcanzar tamaños por encima de los 18 centímetros de longitud. De las 1.500 especies que conocemos, nosotros tenemos una que llega como máximo a los dos centímetros, y que vive en campos, praderas, zonas de matorral y arbolado. Pasa casi toda su vida en una forma juvenil, en la que posee unas patas anteriores muy agrandadas para poder excavar entre las raíces de las plantas de las que se alimenta. Tras varios años en el suelo, se transforma en una cigarra adulta, dotada de alas que le ayudan a posarse en matorrales y árboles para dedicarnos su ruidoso y constante concierto.

Su aparato para generar ruido es muy sofisticado y quizá uno de los más complicados existentes en el reino animal. En la hembra ha desaparecido prácticamente convirtiéndose de este modo en mudos acompañantes del escandaloso concierto de los machos. Sus alas membranosas parecen abrazar, como una gasa transparente, el oscuro abdomen.

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