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Anodino

PACO MARISCAL

Fue en la segunda mitad de los setenta. En los Estados Unidos tuvo que dimitir su presidente Nixon, por faltar a la verdad o decir mentiras que viene a ser lo mismo. Al pícaro Nixon le sucedió Gerald Ford, un insustancial personaje de la política americana que no despertaba fervor alguno. Y ocurrió que un descabezado tuvo la peregrina idea de atentar contra la vida de Ford, y no tuvo fortuna el desafortunado y afortunadamente el presidente americano salió ileso de aquel intento criminal. Aquí andábamos por la transición y algunos, bastantes, seguíamos ávidos los noticieros. Una de las crónicas más saladas del intento de asesinato fue la del corresponsal de TVE en Nueva York. Reseñó el periodista de forma escueta y objetiva los pormenores del incidente y concluyó su transmisión con una frase con mensaje subliminal: "El americano medio se ha quedado un tanto perplejo ante este intento de agresión a su presidente; Ford es un político que suscita escaso amor y poco odio". Quienes escuchábamos la crónica nos dimos por enterados del carácter anodino de la presidencia del sucesor de Nixon. No tenía color ni tono ni atraía ni preocupaba al conductor del metro o al empleado de correos neoyorquino.

Ni falta de color ni tono tuvieron hasta ahora las elecciones autonómicas catalanas para centenares de miles de nuevos catalanes que habitan la periferia o cinturón de izquierdas de Barcelona. Expertos y analistas han indicado que el voto de los nuevos catalanes se queda en casa cuando se pone en cuestión el gobierno de la Generalitat del norte o la composición del Parlamento catalán. El hecho está en el origen de las sucesivas victorias del nacionalismo moderado de derechas de Jordi Pujol, y es la empalizada que intenta salvar Pasqual Maragall por tal de conseguir un gobierno catalán alternativo. La indiferencia en suma a la que hay que vencer para que Pujol no se perpetúe. El ex alcalde de Barcelona pelea por vencer la indiferencia y a los indiferentes ante el hecho autonómico catalán.

Por estos pagos valencianos el color y el tono autonómico escasean todavía más que en el caso de la presidencia de Gerald Ford. El mismísimo hecho autonómico valenciano desde sus comienzos fue un sainete estúpido y de enredo en torno al artículo de la Constitución mediante el cual se debía acceder a la autonomía. La cuestión dejó fríos a la mayoría de los ciudadanos. No anda falto de razón el alcalde de Elche cuando lamenta e indica que al ciudadano de aquí le son indiferentes las celebraciones del 9 d"Octubre, festividad que casi todos consideramos y valoramos como un día de asueto sin trascendencia alguna. Porque en la corta historia de la moderna autonomía valenciana ha llovido poco y mal desde la discusión en torno al artículo de la Constitución. El desinterés superó con creces incluso a la crispación que todavía mantienen algunos grupos sociales minoritarios, tales que los secesionistas lingüísticos o los irredentos nacionalistas que vociferaban ayer contra Lerma y hoy contra Zaplana. Frialdad ambiental y entre la ciudadanía. Pero la indiferencia del conductor del metro y del empleado de correos de aquí podría cambiar de signo y sin exclusivismos ir tomando el rumbo del apego a lo valenciano, al País Valenciano, si otra fuera la actitud política de nuestros partidos mayoritarios. Pero de momento no hay otros visos que los de una presidencia de Ford para largo tiempo.

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