La imaginación
Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, ha destacado el papel protector del Ministerio Público en defensa de menores, ancianos, maltratadas. Realza el papel de su ministerio ante la sociedad, aunque algún poder público se resista a reconocerlo por motivos políticos o por la influencia del cine. Es la misma posición que, no hace mucho, mantenía el presidente del mismo Tribunal, Augusto Méndez, cuando culpaba a ciudadanos y periodistas de la mala imagen de la Justicia y también la de un político, Julio Anguita, que atribuye los malos resultados de su grupo a la incapacidad de los ciudadanos para captar su mensaje. A todos une idéntico denominador: los ciudadanos no se enteran de lo que hacemos por ellos.Los ciudadanos sí se enteran. Conocen cuál es la posición del Ministerio Fiscal en el caso de las víctimas españolas durante la dictadura de Pinochet; de la lentitud de la instrucción del sumario de las minas de Aznalcóllar, hasta el punto de que la ministra Isabel Tocino, tan dada a no hacerse notar, se ha quejado; de la petición de penas de dos y cuatro años de prisión en los robos de jaula con dos loros y cinco macetas con flores; de que el maltrato doméstico se despacha con 20.000 pesetas y de que apenas existen actuaciones por delitos contra la libertad y seguridad en el trabajo, cuando por el elevado número de muertos por accidente no parece que estén muy seguros en el trabajo y los inmigrantes sin papeles son explotados miserablemente, como estamos hartos de contemplar durante el almuerzo.
Decía Ortega y Gasset, escribiendo de Velázquez, que, en una biografía, es importante un hecho cuando al suprimirlo, mediante una construcción imaginaria, nos vemos obligados a modificar su trayectoria. Tal vez si se hiciera una biografía de la Justicia y mediante la misma construcción se suprimieran algunos hechos y a quienes se han estado, o están, mirándose el ombligo y, en su lugar, se colocara el servicio al ciudadano como el hecho importante, puede que su trayectoria no se hubiera alterado y la realidad sería la que pinta Luis Portero, pero, hoy por hoy, sólo es posible a través de la imaginación.
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