Una ONG denuncia maltrato a los toxicómanos que se cuelan en el tren
Universida, una organización subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y el Plan Nacional contra el Sida para ayudar a los toxicómanos más desarraigados, denuncia que algunos guardas de seguridad de la línea C2 de tren (Chamartín-Guadalajara) agreden a los toxicómanos que se cuelan sin pagar en los vagones. Esta entidad ha planteado el problema en la última reunión de entidades colaboradoras de la Agencia Antidroga de la Comunidad, el pasado 21 de septiembre.Según la ONG, estos hechos suceden sobre todo en las estaciones de Atocha, Entrevías, el Pozo o Vallecas, utilizadas por toxicómanos que acuden a comprar droga a los poblados marginales de La Celsa (Puente de Vallecas) o La Rosilla (Vallecas Villa).
Pedro Ortega, coordinador de Universida, explica que todas las semanas le llega algún drogodependiente quejándose de los golpes recibidos. "Pero no presentan denuncias porque a menudo están ellos mismos en busca y captura", apostilla este hombre, que acude a diario al poblado de La Celsa a prestar apoyo social y facilitar jeringuillas y preservativos a los toxicómanos para evitar contagios de VIH.
"Está claro que tienen que pagar el billete, pero hay que entender que muchos de los drogodependientes que van a pillar a los poblados en tren son gente sin techo que vive de la mendicidad", afirma. "Una cosa es que les echen del vagón y otra que les den una paliza; puede que alguno haya agredido a los jurados, pero la mayoría son gente debilitada por la tuberculosis, el sida y la mala vida", añade Ortega.
Cuarto en Atocha
Agustín Antonio de los Ángeles, un toxicómano de 34 años, asegura que los guardas jurados han golpeado a tres conocidos suyos en la línea C-2. "Te ven colarte o fumar en el vagón, te llaman la atención, tú levantas la voz y ya la has pringado porque seguro que te cae algún palo", relata. "A veces a alguno lo meten en un cuarto que hay en Atocha y eso es lo peor porque no les ve nadie y se ceban", concluye.María Ángeles Díaz, de 23 años, tuvo problemas en Atocha. "Me dedicaba a pedir limosna a los viajeros, me echaban los jurados y yo volvía, y cuando me encontraban me pegaban con las manos o la porra; eso sí, procuraban no dejarme marcas y que no les vieran; al final he decidido no regresar", afirma. "Una vez me denunciaron diciendo que les amenacé con un cuchillo, cosa que era mentira", concluye.
Portavoces de Renfe, que contrata los servicios de seguridad con empresas privadas, niegan la acusación de Universida. "Ponemos especial cuidado en que los vigilantes actúen correctamente porque está en juego la imagen de la compañía. Si un guarda se excede se le aparta del servicio", añaden. "Todos los viajeros deben llevar billete, si se niegan a abonarlo deben bajar del tren y, si se resisten, la labor de los vigilantes es obligarles a hacerlo, pero sin pasarse", concluyen.
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