El documento
La violencia de baja intensidad ha devaluado la mercancía informativa política del País Vasco y había que activar la estrategia de la tensión sin que llegara la sangre al río. Mientras las negociaciones entre el Gobierno y ETA pertenecen al pasado imperfecto o al futuro no menos imperfecto, ETA roba explosivos en Francia, la policía francesa detiene a destacados activistas etarras y alguien filtra el Protocolo de los Sabios de Lizarra, y a esta metáfora acudo porque el texto me recuerda el Protocolo de los Sabios de Sión con el que el antisemitismo trató de demostrar que el sionismo quería apoderarse del mundo.Leído el contenido del supuesto acuerdo, descubro con perplejidad que en la cuestión vasca hay que volver una y otra vez a la raíz para escapar del amarillismo ideológico. Sea un documento de ETA propuesto a los sabios de Lizarra y no asumido o sea un documento asumido, ¿de qué sorprenderse? Sólo desde la hipócrita instalación en lo políticamente correcto se prescinde de que el PNV es un partido independentista, en sus orígenes y en su finalidad, y que tiene la obligación de demostrar que es un partido democrático antiviolencia y un partido abertzale de imposible coincidencia con la idea de España que tienen el PP y el PSOE. A pesar de que al PSOE y al PP les consta que el PNV es independentista y optaría por la autodeterminación y la configuración de un Estado vasco, no le han hecho ascos a pactar con él para conseguir mayorías de gobierno en España -el PP- y en el País Vasco -el PSOE.
La revelación del documento con prefabricado escándalo hay que inscribirla en una disuasión mutua de baja intensidad promovida por quienes están en condiciones de filtrar documentos de esta naturaleza para crear problemas de imagen al espíritu de Lizarra. Pero de la inteligencia de los presuntos implicados en este montaje espero que no pretendan devolver al PNV al espíritu de Ermua o al de Ajuria Enea, porque son espíritus que de tan instrumentalizados y gaseosos se han evaporado. Hay que ir a por otro espíritu consensuador mientras corre el tiempo y se demuestra una vez más la cantidad de ceguera voluntaria que hay que fingir para no ver lo que es evidente.
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