El desarraigo
Leyendo la carta de David Martín titulada Dos travesías, no puedo sino suscribir al cien por cien lo dicho en ella. Madrid necesita un plan especial de mejora urbanística, con el objeto de corregir el tradicional abandono y discriminación con que las autoridades del Estado han tratado a esta ciudad castellana. Sin embargo, me gustaría incidir en un punto clave que está propiciando muchos de los males que actualmente vive Madrid: el desarraigo.Los pueblos que viven de espaldas a su pasado están condenados a no tener futuro. El Madrid que han tratado de vendernos los políticos estatales es una ciudad desarraigada y fría, que se convierte para muchos de sus ciudadanos en una simple ciudad dormitorio donde acuden por necesidades de trabajo y que abandonan a la mínima ocasión. Madrid, actualmente, vive como una isla mesetaria, desgajada de su historia y de su cultura (Madrid no tiene una cultura que no sea la castellana, otra cosa son los esfuerzos de ciertos políticos para esconder nuestra realidad cultural primando manifestaciones de folclor foráneo, presentándolas como propias), causas estas que son las que hoy día nos han sumido en ciudadanos de segunda categoría dentro del Estado español, y que muy pronto, dentro de la próxima Europa de los pueblos, nos hará llegar a Tercera Regional.
El caso de Barcelona es paradigmático. Esta ciudad mediterránea ha conseguido ser la ciudad más moderna, cosmopolita y vanguardista de todo el Estado, gracias a que sus políticos e intelectuales no sólo no han rechazado, sino que incluso han fomentado las señas de identidad catalanas de la ciudad. Lo mismo se podría decir de Bilbao, Zaragoza, etcétera. Aquí, sin embargo, los partidos políticos son meras sucursales de Ferraz, Génova o de La Moncloa, siempre dispuestos a ser "la voz de su amo".
Votando a políticos sumisos a las ejecutivas centrales de sus partidos, las cuales consideran a Madrid, simplemente, como un ente que hay que gestionar en función de intereses "nacionales" ajenos a las verdaderas necesidades de esta ciudad y de sus habitantes, Madrid no tendrá futuro. Y es que, al perder su identidad, los pueblos se convierten en peleles incapaces de reaccionar ante los abusos del imperio.- . .
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