Socializar el sufrimiento
El nuevo programa de Antena 3 para los insomnes del martes por la noche puede que no sea especialmente estimulante, pero cumple una misión digna de encomio: aportar consuelo al televidente español machacado por las tonterías de la telebasura con la evidencia de que en todas partes cuecen habas. Puede que en España tengamos programas abyectos, vienen a decirnos los responsables de La vuelta al mando, pero no crean que en el resto del mundo las cosas van mucho mejor.La vuelta al mando propone, en su socialización del sufrimiento, un vistazo panorámico a las cosas de dudoso gusto que emiten las televisiones extranjeras. No se trata aquí de reírse de las pifias de los demás (actitud de mal tono en la que no debe incurrirse), sino de mostrar algunas cumbres del mal gusto extranjero que, curiosamente, aún no han sido importadas a España. De esta manera, la noche del estreno pudimos ver espectáculos tan edificantes como los que ofrecían un japonés en calzoncillos recibiendo pelotazos en sus partes nobles, un bailarín de un concurso inglés que se rompía una pierna en directo, un tipo al que se le dejaba caer una especie de martillo hidráulico en la cabeza...
Aunque no vi el programa entero (la cosa se alarga hasta la una y media de la mañana), creo que tuve suerte al poder presenciar algo difícilmente superable. Procedía de Holanda y consistía en una carrera urbana asaz peculiar: no sólo había que llegar el primero a la meta, sino que había que hacerlo transportando un billete de mil florines insertado entre las nalgas... ¡Para que luego digan que los compatriotas de Van Gaal son gente gris y carente de imaginación!
Aparte de levantar la autoestima del espectador nacional, que se va a dormir más contento al ver de lo que son capaces los extranjeros, La vuelta al mando exhibe otra importante virtud, aunque ésta sea de régimen interno: su extraordinaria baratura (no me cabe la menor duda de que con lo que se ahorra en este espacio Antena 3 financiará películas a nuestros cineastas más minoritarios). Los cuatro duros invertidos en La vuelta al mando se reparten entre un decorado discretito, un presentador (Alexis Valdés) que hace lo que puede con el guión que le han escrito y unos metros de imágenes chocantes a las que se saca mucho jugo (aquí puedes ver el mismo tortazo varias veces y a diferentes velocidades).
La noche del estreno (con una audiencia de 1.346.000 espectadores y una cuota de pantalla del 21, 4%), Valdés se vio acompañado por una Olga Viza que, aunque intentaba aportar un poco de entusiasmo al asunto, parecía haber sido conducida al plató a punta de pistola.
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