_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Joan Lerma

JOSEP TORRENT Dieciocho años en la secretaría general del PSPV-PSOE y doce al frente de la presidencia de la Generalitat no bastan como aval suficiente para quienes, cual picapedreros, se han aprestado a demoler la trayectoria política de Joan Lerma, aprovechando su caída en desgracia dentro de su partido. Probablemente no les falte razón a aquellos que dan tan grandes lanzadas a moro muerto. Tanto poder ejercido durante tanto tiempo propicia, sin duda, innumerables meteduras de pata; pero ya que han sido ampliamente difundidas, me ahorraré el esfuerzo de volver sobre ellas. Pero de ahí a responsabilizar exclusivamente a Lerma de, poco menos, la muerte de Manolete media un abismo. Al ex secretario general del PSPV se le acusa -ahora, Dios santo- de diseñar un modelo de partido incapaz de soportar la travesía del desierto de la oposición, como si todos los que pululaban a su sombra (vicesecretarios, consejeros, portavoces del grupo parlamentario, amén de innumerables reyezuelos de taifa) fueran espíritus puros que nunca se mancharon las manos con el estiércol de la organización. Como si el modelo de los socialistas valencianos difiriera sustancialmente del que existe en el resto del PSOE. El cursi de Alejandro Font de Mora diría que la crisis del PSPV es el epifenómeno del desastre subyacente que le espera al PSOE tras las próximas elecciones generales. Por el mismo precio, también le pueden echar el muerto a Lerma. Al ex presidente de la Generalitat se le hace la caridad de reconocerle la honradez en el ejercicio de su cargo; eso sí, siempre muy de pasada y como una cosa menor. Sorprende tanta displicencia cuando la honradez, más en los tiempos que corren, debería ser un activo considerable para cualquier político, un elemento inherente en un cargo público. Pero acostumbrados al patio de Monipodio que es la política, llena de pícaros, vivales, mercenarios y cantamañanas, el cinismo convierte a una persona honrada en una extravagancia a la que no cabe prestar mucha atención. Del mismo modo que no parezca impresionante aquella no tan lejana gestión socialdemócrata que construyó escuelas, institutos y centros de salud por toda la Comunidad Valenciana, frente a la política-espectáculo de Terra Mítica, AVE, ciudades de la luz, de la cultura y otras parafernalias que cuestan decenas de miles de millones mientras la escuela y la sanidad públicas languidecen por falta de dotaciones presupuestarias. Aquella grisura tan denostada tenía, al menos, una base ideológica que fue correspondida en tres convocatorias seguidas por la confianza de los electores. Detalle que, a menudo, se pasa por alto. Tal que si a Lerma le hubiese tocado la presidencia de la Generalitat en una rifa. Y es verdad que el otrora dirigente del PSPV nunca entendió las relaciones con los medios de comunicación, pero no lo es menos que jamás intentó alquilar o comprar un periodista y no fue por falta de medios y ocasiones. Simplemente no lo hizo. Otro dato que quienes trabajan en la demolición de la trayectoria política de Lerma deberían tener en cuenta a la hora del balance.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_