La nueva economía y la teoría de los ciclos reales
El debate sobre la nueva economía es uno de los más actuales e importantes en Estados Unidos. Su economía crece ininterrumpidamente desde 1991 a un buen ritmo, con una espectacular creación de empleo, con la tasa de desempleo más baja de las últimas décadas y sin tensiones en la inflación. Para los defensores de la nueva economía este comportamiento tan positivo y la larga longitud del ciclo se deben al gran aumento de la productividad derivada de la revolución de la informática y de las telecomunicaciones.El argumento es el siguiente: la ola de innovación tecnológica aumenta la productividad del capital. Un mayor rendimiento del capital incrementa la inversión y el empleo y permite una tasa más elevada de crecimiento sin que, por ello, aumente la inflación, como era tradicional, en los anteriores ciclos expansivos. La razón es que el aumento de la productividad más que compensa cualquier incremento de los salarios derivado de la saturación de la oferta de trabajo, con lo que la inflación no aumenta. Esto hace que los tipos de interés no tengan por qué aumentar, dado el menor riesgo inflacionista y, por tanto, que los precios de los activos financieros continúen subiendo conforme el proceso expansivo continúa. Es decir, por primera vez ha habido un periodo de expansión del rendimiento del capital sin que haya venido acompañado de un crecimiento del coste del capital, lo que ha hecho que la inversión se dispare. Ello ha permitido que el ajuste de las empresas a las nuevas tecnologías se haya conseguido sin traumas para el mercado laboral ya que la reestructuración y pérdida de empleos en las empresas maduras se han visto más que compensadas por la creación de empleo en las empresas de los sectores más innovadores y expansivos.
Los detractores de la nueva economía creen que la fase expansiva del ciclo llega a su fin y que se crea una burbuja especulativa que puede acabar en un "aterrizaje forzoso" y en un periodo de recesión. Para éstos, el aumento de la productividad no ha sido ni mucho menos tan espectacular como creen los defensores de la nueva economía y se ha visto muy concentrado en las industrias de alta tecnología y en algunos servicios.
Hasta ahora, dicen, la inflación no ha hecho su aparición porque las crisis de Asia, Rusia y Latinoamérica han mantenido los precios de las materias primas y han obligado a dichos países, con monedas devaluadas, a exportar manufacturas a precios muy competitivos a Estados Unidos y a Europa. Sin embargo, poco a poco, los precios de las materias primas se recuperan y el exceso de demanda está generando una burbuja en los activos, financieros y reales, que desembocará en una mayor tasa de inflación.
Es decir, según ellos, la explicación hay que buscarla más bien en un dólar fuerte, precios de la energía a la baja (hasta muy recientemente), una mayor competencia internacional y en un coste reducido de capital, debido a la desaparición del déficit público estadounidense, que en un aumento espectacular de la productividad del capital. ¿Cuál de ambas posturas tiene razón? El tiempo lo dirá. Dentro de poco sabremos si la inflación empieza a aumentar en Estados Unidos, si la Reserva Federal se ve obligada a subir más los tipos o no y si el aterrizaje es suave forzoso. Desde el punto de vista teórico, detrás de esas posturas subyacen dos líneas de pensamiento que llevan años enfrentadas sobre los ciclos de los negocios y que esta experiencia puede hacer que una u otra salgan reforzadas. Desde hace una década, las dos corrientes sobre la teoría de los ciclos han sido la teoría neokeynesiana y la de los ciclos reales de los negocios.
La primera sostiene que los choques de demanda son la causa principal de las fluctuaciones económicas. Como los precios y los salarios se ajustan con lentitud a dichos choques o perturbaciones, los mercados de bienes, servicios y trabajo sufren desequilibrios causando automáticamente fluctuaciones en la actividad económica y en el empleo. El origen de dichos choques o perturbaciones es o un cambio en las políticas económicas, especialmente la monetaria y financiera, o cambios bruscos en el sentimiento y expectativas de los consumidores o de los empresarios. Por tanto, las fases recesivas o expansivas llegan a su fin, bien porque la política económica sabe responder adecuadamente a dichos desequilibrios bien porque el sentimiento de los consumidores o de los empresarios cambia y se ajusta en respuesta a dichos desequilibrios. Es decir, la política económica suele ser determinante tanto en el origen de la fluctuación como en su estabilización.
Los modelos de los ciclos reales de los negocios, por el contranio, ponen de relieve los choques o perturbaciones de oferta como causa de las fluctuaciones económicas. Suelen ser choques aleatorios derivados de desarrollos tecnológicos que introducen cambios importantes en el crecimiento de la productividad, lo que induce a las empresas y a los trabajadores a ajustarse a dichos cambios. Dado que dicho choque de oferta está fuera del control de las autoridades económicas, el ajuste recae directamente sobre las empresas y trabajadores, la política económica poco o nada puede hacer para estabilizar un ciclo de origen real, es decir, no monetario o financiero, salvo remover, al máximo, los obstáculos que existan para que las empresas y trabajadores puedan llevar a cabo su ajuste de la manera menos traumática.
La experiencia histórica de los ciclos de las últimas décadas ha apoyado la teoría neokeynesiana.Incluso aunque las dos recesiones de 1974 y 1981 fueron precedidas de choques de oferta energéticos, las respuestas de política económica a dichos choques fueron las que realmente trajeron la recesión. Las políticas monetarias expansivas de 1974 y 1975 trajeron consigo una mayor inflación que se vio aumentada por el segundo choque energético en 1979, la respuesta contractiva de la política monetaria entonces trajo la recesión de 1981-1982.
La política monetaria también jugó un papel fundamental en la recesión americana y europea de principios de los noventa. En el caso de EEUU, se derivó de la fuerte contracción monetaria de 1989 y l990. En el de Europa fue originada por la restricción monetaria que hizo el Bundesbank para reducir la inflación provocada por la expansión fiscal derivada de la reunificación alemana y por la existencia de bandas estrechas de fluctuación de los tipos de cambio en el SME.
Sin embargo, la experiencia reciente de EEUU podría dar la razón a los defensores de la teoría de los ciclos reales ya que podría tratarse de una expansión basada en un fuerte crecimiento de la productividad y no en cambios de la política monetaria; de ahí que Alan Greenspan haya hecho muy poco uso de ella salvo para compensar la fuerte caída de la liquidez en el otoño pasado tras la crisis rusa y de algunos fondos de inversión muy apalancados y evitar una crisis financiera mundial.
Greenspan parece haberse ido convirtiendo, poco a poco, a la teoría de los ciclos reales ya que a menudo ha explicado cómo las recientes innovaciones tecnológicas han cambiado radicalmente la forma en la que se llevan a cabo los negocios y se crea valor. Cómo se puede planificar más fácilmente la producción, cómo las existencias se pueden reducir de manera notable y cómo la distribución también está cambiando de forma radical. Y, finalmente, cómo estos factores aumentan la flexibilidad y productividad de los bienes de capital haciendo más rentable y atractiva la inversión y motivando a las empresas a que sustituyan trabajo por capital, lo que hace que aumente la productividad de los factores y se alejen las tensiones inflacionistas.
De todas maneras, habría que preguntarse qué habría ocurrido si Greenspan no hubiera inyectado liquidez en medio de la crisis de finales del año pasado y si no hubieran aumentado poco a poco los tipos de interés ahora. ¿Se hubiera superado la crisis o hubiéramos caído en el abismo y en una depresión? ¿Se evitará ahora el aterrizaje forzoso? Cualquiera que sea el origen del largo ciclo expansivo estadounidense, la realidad es que la política monetaria que se haga es de enorme importancia para evitar un "aterrizaje forzoso" y un final de la fase expansiva del ciclo en abrupta recesión.
Guillermo de la Dehesa es miembro del Cochairman Centre for Economic Policy Research (CEPR).
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