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Rebelión en el puente aéreo

Un grupo de 180 pasajeros, la inmensa mayoría de ellos residentes en Cataluña, que debían tomar un avión del puente aéreo Madrid-Barcelona, se amotinaron el martes por la noche en el aeropuerto de Barajas después de esperar casi cinco horas la salida del vuelo que les debía trasladar a Barcelona y tras comprobar que la compañía Iberia no les daba una explicación convincente de lo que sucedía. Iberia achacó a un cúmulo de circunstancias, desde las condiciones meteorológicas a problemas técnicos, el considerable retraso, que de rebote afectó al último avión del puente aéreo que debía despegar de El Prat. El origen del problema radicó efectivamente en la situación meteorológica. El fuerte viento que sopló durante la tarde del martes sobre Barajas obligó a la dirección del aeropuerto a variar la configuración de las pistas y utilizar la configuración sur en lugar de la norte, que es la más efectiva. Estos cambios produjeron retrasos en numerosos vuelos, en algunos de ellos de hasta seis horas. El efecto dominó hizo que los últimos vuelos del día fueran los más perjudicados. Esto es lo que ocurrió con el último puente aéreo, cuya salida estaba programada para las 10.45 horas. Al retraso acumulado se sumó un nuevo imprevisto. Los técnicos de mantenimiento indicaron que el avión no estaba en condiciones de volar. Superados los problemas técnicos, el avión ya estaba a punto para volar. El problema era entonces quién lo pilotaba, ya que la tripulación había excedido el cupo de horas. Iberia buscó como salida realizar el vuelo con un Boeing 727, un tipo de avión que por el gran ruido que produce no puede operar en Barajas y en la mayoría de los aeropuertos europeos después de las once de la noche (aunque en Barcelona sí puede hacerlo, principal motivo de queja de los habitantes del barrio marítimo de Gavà). Los responsables de Iberia pidieron permiso para operar con este avión a AENA, pero les fue denegado. Por último, la compañía española echó mano de Atlanta, una de las aerolíneas con las que trabaja, básicamente en vuelos a Estados Unidos. El vuelo del puente aéreo partió finalmente a las dos de la madrugada, 4 horas y 45 minutos después de su hora. Por su parte, los pasajeros que se encontraban en Barcelona para volar a Madrid tuvieron que esperar todo ese tiempo la llegada del avión. La situación y la falta de información durante las largas horas de espera provocaron una creciente indignación entre los pasajeros, que llegaron a amotinarse cuando, ya en el pasillo de acceso al aparato, les dijeron que no embarcaran todavía. Uno de los afectados aseguró ayer a COM Ràdio que Iberia no les dio en ningún momento una explicación satisfactoria. El colmo, aseguró el pasajero, fue cuando vieron que "la cafetería del puente aéreo, encima, estaba cerrada".

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