El Barça se ahoga en Vitoria
El equipo de Van Gaal se quedó sin espacios y Rivaldo sufrió un apagón
El Barça no es invencible. Aparte del Valencia hay otros equipos que le pueden minimizar. El Alavés aplicó recetas chés y, con una sobredosis de energía física dejó sin espacios al equipo de Van Gaal. A base de achicar, de correr y de robar el balón a los azulgrana, el equipo de Vitoria ahogó a su rival. El tapón del Barcelona afectó a todos, en especial a los creadores (Guardiola) y a los ejecutores (Rivaldo). El Barça cayó en la medianía. Partiendo de la base de que este tipo de partidos no es precisamente de los que el Barcelona apunta en su agenda con mucha antelación, el choque concitaba cierto interés por el estado de forma de los dos equipos. El Barça, pese a los caprichos de Van Gaal y al estado de excepción que impone día tras día, se ha convertido en una especie de robot artista. Juega de memoria, pero al mismo tiempo lo hace con originalidad. Está en su punto, en estado de gracia. Y tiene su mérito, porque lleva en un mismo grado de cocción desde principios de año.El Alavés, en la medida de sus posibilidades, también tiene su propia personalidad, aunque todavía le faltan unas jornadas para conocerse mejor. Después de ganar en Mestalla la semana pasada, el equipo vitoriano no tenía la más mínima urgencia, una cuestión que siempre predispone a los futbolistas a tomarse algunas libertades. Al Barça le preparó un partido enmarañado, aunque no tanto como le hubiera gustado a Mané. La pequeña polémica que se había levantado durante la semana, al intentar estrechar las dimensiones del campo, se difuminó. Posiblemente por eso, por el revuelo, el Alavés se recató y respetó el ancho habitual de Mendizorroza.
ALAVÉS 2 BARCELONA 1
Alavés: Herrera; Contra, Karmona, Téllez, Torres Mestre; Morales, Desio, Astudillo, Pablo (Eggen, m.84), Magno; Javi Moreno (Nan Ribera, m.64). Barcelona: Hesp; Ronald de Boer, Abelardo, Frank de Boer, Sergi; Litmanen (Luis Enrique, m.45), Guardiola (Kluivert, m. 84), Cocu (Zenden, m.75); Simao, Dani y Rivaldo. Goles: 0-1. M. 22. Simao gana el área por la derecha, pasa hacia atrás desde la línea de fondo y Dani remata raso a la red. 1-1. M. 42. Hesp rechaza un disparo de Morales y Astudillo marca a placer. 2-1. M. 70. Vaselina de Nan Ribera que sorprende a un adelantado Hesp. Árbitro: Ansuátegui Roca (Colegio valenciano). Amonestó a Téllez, Contra y 0 Julio Salinas. Unos 18.000 espectadores en Mendizorroza.
La obsesión de los albiazules estaba en el asunto de las distancias. El Alavés sólo goza sobre el césped si está muy arrimado al contrario, y más aún en estos comienzos de temporada en que ha exprimido su preparación física. El Barcelona rehúye del cuerpo a cuerpo y del contacto como de la peste. Al final, en la balance del partido, Mané ganó en estrategia a Van Gaal por un brazo.
El arranque no desmereció a todos esos precedentes. En menos de diez minutos Herrera y Hesp ya habían intervenido en dos acciones cada uno. En esas enbestidas iniciales quiso dejar su sello Javi Moreno, un delantero atípico, muy físico y que rara vez marca goles normales. Para él, lo cotidiano es extravagante. El Barcelona, en cambio, no se adaptó pronto al medio. Sólo a base de saques de esquina y de faltas. Muy pocos méritos había acumulado el Barça en el primer cuarto de partido. Faltaba circulación a la pelota, faltaba movimiento en las bandas y sobraban jugadores en el centro del campo. Hasta que, súbitamente, Simao, colocado en la zona reservada a su compatriota Figo, pareció la reencarnación del número 7 azulgrana. Cuando el atasco era descomunal, él recortó a Torres Mestre, activó su punta de velocidad y entregó el balón a Dani. El resto lo hizo el olfato goleador del delantero y el estado de gracia del Barcelona -porque Karmona fue el último en tocar la pelota-.
El partido no se frenó, al contrario. Siguió agitado, con un Alavés rabioso. Porque, pese al gol, el Barça no disfrutó en Mendizorroza. Se produjo el efecto contrario al de Estocolmo. En vez de machacar pese a ir perdiendo, aquí el equipo de Van Gaal se adelantó en el marcador aunque se veía dominado.
Algo sí se repitió con respecto al partido ante el AIK Solna: la justicia se alió con el equipo que más lo merecía. Astudillo, en un rechace, hizo que la segunda parte empezara de nuevo en igualdad de condiciones.
La noche se afeó para Van Gaal y su máquina. Un momento oportuno para apostar por lo seguro (Luis Enrique) frente a un Litmanen perdido. Puede que el finlandés juegue mejor tras una lesión, pero dos partidos en una semana pueden ser muchos. Van Gaal sacó al internacional español y cerró la polémica. Pero no la peligrosa dinámica en que había caído. Siguió encerrado en la red albiazul, que le obligó a plegarse demasiado y a correr para recuperar el balón.
Después de una hora de carreras continuas, el partido se detuvo y, por primera vez, el Barça ofrecía sensación de dominio. Falsa sensación, porque los alavesistas también se sintieron a gusto agazapados. Quitaron al único delantero (Moreno) y añadieron un sexto centrocampista, Nan Ribera, un producto de la cantera del Espanyol. Él mismo rompió el estado de letargo en que cayó el choque. Hesp y la defensa, adormilados, le entregaron el balón a Ribera para que marcara desde fuera del área.
Otra vez el Barcelona se puso contra las cuerdas, como si hubiera cogido el gusto al efecto de Estocolmo. Pero se atascó. El Alavés volvió a evidenciar que es uno de los equipos que en mejor forma física ha comenzado el campeonato de Liga. Y esta vez ni siquiera el ángel de Rivaldo descendió al estadio de Mendizorroza. El brasileño no se comportó ayer a la altura del mejor futbolista del mundo. Estuvo despistado, anémico, asustado por el marcaje, a veces agresivo, de los varios alavesistas que le atosigaron.
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